Claustro 2.0

Opinión
'Claustro 2.0'
POL

El pasado jueves 6 de mayo tuvo lugar el Claustro de la Universidad de Zaragoza (UZ). 

Era lo previsto tras las elecciones del 18 de marzo. Fue especial. Como las elecciones previas, también se celebró por medios telemáticos. El primero de estas características en la historia de nuestra universidad. Es un hito, sin lugar a dudas, tanto por las circunstancias pandémicas como por la novedad del sistema. A este respecto, hay que felicitar al equipo de personas que durante días trabajaron intensamente para que llegase a buen puerto. Eran muchas las cosas que podían fallar y, pese a detalles menores, la logística y la técnica funcionaron bien. Cada claustral, conectado con su propio dispositivo, pudimos asistir al acontecimiento y votar en las decisiones pertinentes.

Aunque son muchas las dudas que siguen existiendo, vamos confiando más en estas herramientas y sistemas. Y si se consolida, incluso será posible extender su uso a otras dimensiones de la vida pública y política. Quienes en su día reclamaban una ‘democracia 4.0’, donde la digitalización de los procesos de consulta permitiera "remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social" –como dice el artículo 9 de la Constitución–, tienen un lugar para contrastar. De momento, este experimento ha funcionado en lo esencial.

Las cuestiones técnicas funcionaron bien en la celebración del primer Claustro
telemático de la Universidad de Zaragoza

Otro tema es la liturgia del asunto, y no por nuestra nueva secretaria general, que hizo bien lo que correspondía, sino por la forma de plantear los usos de estos medios digitales. Nos queda mucho por aprender en ese sentido. Como también queda mucha tecnología por inventar para sustituir la presencialidad de los rituales sociales. Una reunión de claustro universitario –como otras muchas ‘ceremonias’ donde se expresa la sociabilidad y lo social de las organizaciones– no es igual sin el roce humano, sin el cara a cara, sin los perfumes y las conversaciones donde tantas cosas se dicen sin decir con la mera presencia y la comunicación no verbal. Ésta, en buena medida, se pierde con las pantallas. Y más, cuando en aras de reducir imprevistos y complicaciones se elimina la posibilidad de interacción entre participantes, en este caso, claustrales. Obviamente, existen mecanismos alternativos, pero no son lo mismo. Los rituales sociales, donde se establecen acuerdos que después afectan a decisiones posteriores, son fundamentales y, por eso mismo, tendremos que mejorar la ‘liturgia digital’ de estos procedimientos. Hasta en algo tan básico como el cuidar cómo se abren los actos públicos y cómo se cierran. En el caso que nos ocupa, hay mucho margen por explorar y mejorar. Incluso cabe pensar en buenas prácticas de urbanidad digital.

De momento, ya hemos empezado a recorrer un camino donde sigue quedando un gran trecho por desarrollar. Es un reto. Además, si "el Claustro Universitario es el máximo órgano de representación de la comunidad universitaria" (artículo 42, Estatutos UZ) y también tiene entre sus competencias "debatir los informes y las propuestas que le sean presentados y realizar y votar mociones en relación con estos" (artículo 47.e, Estatutos UZ) y otros donde se requiere de interacción e intercambio de argumentos, la cosa no puede ser como en esta ocasión.

Pero si queremos avanzar en el uso de las tecnologías y en el gobierno universitario, hay que mejorar muchos aspectos

El viejo formato presencial tampoco era un dechado de virtudes y perfección pero, por eso mismo, hemos de mejorar. Es para nuestro propio beneficio. Nos interesa a toda la comunidad universitaria que, con diálogo y debate, seamos capaces de gestionar mejor nuestra propia institución. Por tanto, ¿qué claustro universitario queremos? Si osamos usar la red y sus herramientas, ¿será también para pensar y gestionar mejor la UZ?

Seguro que sí. Pero hace falta voluntad y cambiar unas cuantas inercias, especialmente del lado de quienes gobiernan el barco. Tanto las formas como los contenidos cuentan. Con este modelo corremos el riesgo de mimetizarnos con la Asamblea Popular Nacional de China que tanto gusta a algunos. Y no hace falta explicar cómo se trata la disidencia en esa parte del mundo. Ni cómo se cuidan las libertades y los derechos humanos. Por si acaso, el viejo refrán lo dice todo: dime con quién andas y te diré quién eres. Ahora nos toca pensar y mejorar.

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