Por
  • Isabel Soria

El ‘no sé qué’

Opinión
El ‘no sé qué’
Pixabay

Hay muchas literaturas. Muchísimas. 

Hay literatura de digestión lenta o rápida. Para disfrutar en soledad o en compañía. También las hay secas, descarnadas y desnudas y otras alambicadas y rebosantes de figuras retóricas. Hay microrrelatos y tomazos de grandes y laberínticas dimensiones. Hay cuentos y hay ensayos. Hay periodismo y hay poesía. Hay novela histórica, negra, rosa, de terror, ‘thriller’ o infantil. Las literaturas se escriben para colmar los mil y un gustos y afanes de lectores y escritores. Y, aunque hoy se edita más que nunca, desde hace unos años, la lectura se ha visto desplazada en el ocio por las operadoras televisivas a la carta: las series han ganado terreno a los libros. Las series también son narraciones, pero observo yo que, independientemente de los guiones, siempre les falta algo que las eleve al capítulo artístico. El quid es que no se hacen con una intención artística, sino que la cosa va más por la cantidad que por la calidad. Hay que producir y producir –lo mismo que antes se hacían folletines, o novelas por entregas– y se descuida o simplemente no es necesario crear algo artístico, puesto que digerimos las ficciones igual. Así como el cine por norma general tiene muy claro que es el séptimo arte y lo lleva a gala, otros formatos vinculados con la imagen, no. Y, paradójicamente, aunque las series contienen más literatura que el cine, pues sus historias son más largas, su argumento se traza con una suerte de complejas carambolas entre el destino y los personajes. Y aunque los guiones son no aptos para cardíacos y la parte visual está muy cuidada, a casi todas las series les falta ese ‘no sé qué’, como diría Feijoo, que tienen las cosas hechas con arte.

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