Por
  • Eva Cosculluela

Platos rotos

¿Quién paga los platos rotos?
¿Quién paga los platos rotos?
Congerdesign / Pixabay

Hace unos días me contaba mi amigo Lorenzo una anécdota que creo que viene muy al hilo de la actualidad.

 Estaba viendo ‘Titanic’ con su abuela y llegaron a la escena en que el barco choca con el iceberg y da una enorme sacudida. Los pasajeros que estaban en el restaurante ven cómo las lujosas copas y los platos caen al suelo y se hacen añicos, y empieza a cundir el pánico presintiendo que ese choque es el preludio de una gran tragedia que los llevará a la muerte. La abuela de mi amigo se echó las manos a la cabeza y exclamó: «¡Madre mía, la vajilla!», y cuando sus nietos la tranquilizaron recordándole que era una película y no debía temer por lo que estaba ocurriendo, la mujer, con gran sabiduría, les explicó que ya sabía que estaba viendo una película y que ninguno de los actores iba a morir, pero que la vajilla se había roto de verdad.

La anécdota, maravillosa, nos recuerda que debemos mirar más allá de lo evidente: vemos la superficie de las cosas, pero detrás siempre hay un cúmulo de pequeños detalles que son los que, en realidad, dan la dimensión humana a los hechos.

La semana pasada Madrid celebró unas elecciones que al resto de España nos ha parecido que eran las nuestras, dada la amplia presencia en los medios que les han dado tratamiento de evento nacional. En la bronca campaña, algunos líderes políticos han intentado que nos fijáramos en los trajes y el escenario, pero que no reparáramos en la vajilla. No les ha ido mal. A ver quién recoge ahora los platos rotos.

Eva Cosculluela es librera

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