Por
  • Juan Antonio Falcón Blasco

Un Día de Europa para la historia

Opinión
'Un Día de Europa para la historia'
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El 9 de mayo de 2021, Día de Europa, será una fecha recordada en la intrahistoria de la construcción europea, ya que comienza formalmente la Conferencia sobre el Futuro de Europa. 

Dicha conferencia, siendo la primera de este tipo, consiste en una serie de debates y discusiones protagonizados por los ciudadanos que permitirán a las personas de toda Europa compartir sus ideas y contribuir a configurar nuestro futuro común. Es un gran ejercicio democrático paneuropeo que ofrece un nuevo foro público, inclusivo y transparente, en torno a una serie de prioridades y retos clave de la Unión Europea (UE).

La trascendencia de este proceso se pone de manifiesto en el hecho de que la Declaración conjunta relativa a la Conferencia sobre el Futuro de Europa fue firmada el pasado 10 de marzo por el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, por el primer ministro de Portugal, António Costa, en nombre de la Presidencia del Consejo, y por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Aunque en principio no se ha querido manifestar de forma explícita, la Conferencia sobre el Futuro de Europa supondrá que a posteriori sería necesario una reforma de los Tratados mediante la convocatoria de una Convención Europea y de una Conferencia Intergubernamental a tal fin.

La Conferencia sobre el Futuro de Europa será un foro de debate paneuropeo y abierto a los ciudadanos sobre las prioridades y retos de la Unión Europea

Este horizonte, dados los plazos preceptivos para todo el proceso, podría favorecer que fuera en la V Presidencia Española, que se desarrollará durante el segundo semestre de 2023, cuando se firmara el nuevo Tratado; con lo que, por primera vez, una ciudad española llevaría el nombre de uno de los Tratados constitutivos de la Unión Europea.

Históricamente, el proyecto de integración europea se ha forjado a través de la denominada ‘política de los pequeños pasos’. En este camino, las dificultades que Europa ha encarado han terminado como lecciones aprendidas. Por no retroceder más en el tiempo, recordemos que, antes de la pandemia, la Unión Europea había remontado una serie de crisis calificadas de ‘existenciales’. Primero, la crisis financiera y del euro. A continuación, la crisis migratoria. Y, acto seguido, el famoso ‘brexit’. Pese a los agoreros, la UE no solamente ha sobrevivido a esta agitada década, sino que lo ha hecho como mejor sabe: profundizando en su integración.

El proceso europeo ha atravesado muchas dificultades, pero sigue adelante y debemos fortalecerlo

Ciertamente, los europeos tenemos toda una serie de retos cruciales que son cada vez más evidentes. La forma de resolverlos podría resumirse en un concepto que lleva años sonando en círculos europeístas: el de ‘autonomía estratégica’. Dicho término pretende sintetizar la esencia de Europa. Por un lado, la cooperación multilateral y, por otro, la voluntad y la capacidad de fijar sus prioridades y desempeñarse de forma autosuficiente.

En juego está, entre otras cosas, nuestra supervivencia como actor político de primer orden. Sin embargo, tenemos, o estamos en disposición de tener, suficientes activos materiales e inmateriales para asegurarnos un papel protagonista en el mundo, siempre y cuando utilicemos dichos activos de forma inteligente y cohesionada. Esto puede que no pase necesariamente por erigir de forma inmediata los ‘Estados Unidos de Europa’, pero sí por persistir en el afán de fortalecer nuestro tronco común, haciendo del Viejo Continente el espacio próspero y seguro, bajo el paraguas del Estado de derecho, en el que las divisiones sean cosa del pasado. Un espacio en el cual, siendo referente en el contexto de las naciones, imperen la libertad, la democracia y los derechos humanos.

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