Gestionar multitudes

Opinión
'Gestionar multitudes'
Heraldo

Quisimos llegar pronto al Día del Libro y nos ganó la multitud. 

De hecho, éramos parte. Nos sumamos a un río de gentes que habían tenido la misma idea. En nuestro caso, la tarde anterior, pensamos en aprovechar el 23 de Abril estando antes de las 11.00 en el Parque Grande. Así nos daría tiempo a disfrutar del entorno y de los libros. Sólo nos hacía dudar el pronóstico de la Aemet, que se disipó al amanecer. La mañana apareció excepcional. Un día de primavera como pocos, sin calor, con sol, brisa suave, luz. Era propicio para pasear. Queríamos disfrutar con calma de los puestos de las diversas librerías y editoriales. La novedad de la ubicación y las múltiples posibilidades que ofrece el parque eran un estímulo añadido. Los planes eran sencillos y, por lo que comprobamos después, nada originales. Aunque, si hubiéramos cumplido con nuestro horario, habríamos acertado. Pero nos retrasamos y así cambió todo.

Habíamos leído que los puestos iban a estar en una zona restringida, con aforo limitado y cuidando la medidas de prevención. En cierta manera, lógico en estos tiempos, pero se convirtió en una gran contradicción. La buena voluntad de quienes diseñaron el sistema de control quedó desbordada. En una disposición lineal acotada por unas vallas perimetrales, con los puestos distribuidos en el paseo de los Plátanos, se daba acceso por un extremo y se salía por otro. Sin embargo, el flujo de personas dentro de esa ‘tubería’ colapsaba los alrededores. Tanto que ese modo de asegurar la distancia física creó más aglomeraciones y riesgos de los que se supone que prevenía. Así las cosas, ese modelo resultó poco útil, tenía un problema de visión sistémica.

Cuando nosotros llegamos, la cola se extendía a lo largo del paseo de San Sebastián hasta casi la mitad del paseo de los Bearneses. Y desde ahí fuimos estoicamente esperando hasta que, tras más de una hora, decidimos no seguir. Entonces se nos ocurrió lo mismo que a otros cientos, si no miles. Recorrimos la feria por su perímetro. No estábamos dentro pero, al menos, se veían puestos y gentes afortunadas que habían entrado. Nos sirvió para superar la frustración. Desde fuera de la ‘cleta’ hablamos con amigos que tenían su puesto dentro. Incluso recogimos libros que teníamos encargados. Casi clandestinamente, compramos un par más que nos dedicaron sus respectivos autores. En cierta manera, habíamos cumplido con el ritual en un día que estaba siendo muy raro. Mientras en el interior del recinto perimetrado la vida discurría con un ritmo distinto, sin aglomeraciones incluso muchos puestos sin público y lamentándose de la falta de clientes, en el exterior abundaban las quejas por lo ridículo y contradictorio de la situación.

Lo ocurrido el día 23 en el recinto del Día del Libro de Zaragoza, donde las medidas de prevención generaron aglomeraciones, es un ejemplo de lo contradictorias que pueden
ser las disposiciones que se toman ante situaciones complejas

Se aplicaban unas medidas que generaban lo contrario de lo que se pretendía. Y no sólo ahí. Esa burbuja de prevención estaba rodeada por masas que, en gran parte, viajaban hacinadas en los vagones del tranvía. Éste tenía menos frecuencia por ser festivo, lo cual alimentaba la saturación del transporte. Difícil guardar distancias cuando somos muchos los que vamos al mismo lugar. ¿Era previsible? ¿Se podía haber anticipado? A toro pasado siempre es fácil explicar las cosas, pero teniendo tanto espacio disponible y estando al aire libre, da la impresión de que sí. Imagino que quienes diseñaron el asunto optaron por cubrirse las espaldas con una burbuja defensiva y sus correspondientes reglas. Las medidas estaban claras. Eso era lo importante. Otra cosa es qué efectos tenían en el sistema en su conjunto. Justo lo realmente difícil.

Gestionar sistemas complejos donde los agentes implicados tienen conductas heterogéneas no es nada trivial. La falsa solución, en estos tiempos de pandemia, ha sido reducir la complejidad mediante restricciones con sistemas de control jerarquizados. Y estamos viviendo que tiene unos efectos secundarios tan graves como lo que se quiere combatir. Quizá hay que recordar a nuestros gestores la ‘ley de Ashby’, "sólo la variedad ‘controla’ la variedad", para que nos traten inteligentemente y dejen paso a la creatividad de la ciudadanía. Cada quien es responsable de su libertad, si se nos hace renunciar, no vamos a buen puerto.

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