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Cartas al director de HERALDO: 'Mi madre'

Opinión
'Mi madre'
Pixabay

Mi madre

Han pasado más de seis meses desde que mi madre falleció. En verano empezó a dolerle la espalda. Intentaba una y otra vez conseguir cita con su médico de cabecera. Llegué a ver más de 12 llamadas registradas en un solo día. Me llamaba apurada y yo le pedía cita por internet, pero ya saben ustedes cómo funciona esto: pides cita un lunes y el médico te llama un jueves. "Estefanía, ¿qué le ocurre? ¿Le duele la espalda? Póngase calor y Voltarén". Y así fueron pasando los días hasta que volvía a llamar. Jamás se planteó ir al centro de salud porque su médica, encarecidamente, le había dicho que no se presentase allí, que era persona de riesgo. Mi madre había sido operada dos veces de corazón. En dos ocasiones llamamos al 061, vino una enfermera, le puso una inyección y se fue. No vino la doctora, nadie la reconoció para ver de dónde procedía ese malestar. Al final, fuimos a urgencias. El resultado fue que una metástasis en huesos le hacía rabiar de dolor. El cáncer estaba ya extendido. Todo fue muy rápido, la ingresaron una semana para darle cuidados paliativos y a los días del alta empezó a encontrarse peor y volvimos a urgencias. Esta vez, neumonía por covid. El mes de septiembre fue una pesadilla. En menos de un mes le diagnosticaron el cáncer y murió por covid. Señores, la atención al paciente en los centros de salud está siendo un fracaso. No se puede valorar a un paciente telefónicamente sin verlo. Los enfermos crónicos se están sintiendo abandonados. Todo es covid, covid… Mi madre era una mujer fuerte, luchadora. Le prometí que escribiría esta carta y que su historia se sabría con el objetivo de concienciar a quien corresponda. Esto no tiene que volver a ocurrir porque sencillamente es intolerable. Se entiende la situación hospitalaria y el esfuerzo del equipo médico y sanitario, pero hay unos mínimos que deben ser respetados. No hay excusas. De diagnosticarse el cáncer antes, quién sabe qué hubiera pasado. Al menos, le hubieran puesto medicación para el dolor, se hubiera sentido atendida y hubiera sufrido menos. Y yo no estaría escribiendo está carta porque tendría la sensación de que se hizo todo lo posible para ayudarla. Ojalá que este tipo de situaciones no se repitan. Que nadie pueda encontrarse en una situación similar y que pongan los medios necesarios para evitar hechos semejantes. Quiero expresar también mi agradecimiento, al personal médico del hospital Miguel Servet que me permitieron permanecer con mi madre hasta su fallecimiento.

Idoia Escobar Ferrer. ZARAGOZA

Pin parental

Fui a la escuela de mi pueblo en los años setenta. Recuerdo al maestro que impartía clase a los últimos cursos de la entonces EGB (Educación General Básica). Las horas en clase se tornaban oscuras cual película de terror debido a la excentricidad y dureza del docente. Empezaba las clases cuando le daba la gana mientras nosotros esperábamos impacientes. Para aliviar su supuesto dolor de cabeza empleaba la asignatura de Matemáticas y entonces el alumnado se echaba a temblar. Como no contestaras correctamente a la pregunta te arreaba con el cinturón. El fútbol era otra pasión del maestro. Dicha pasión la compartía con nosotros en clase. Tenía una televisión en el aula y cuando le interesaba un partido nos hacía verlo con él. Queríamos la victoria de su equipo favorito porque si no las Matemáticas también eran su remedio para la decepción. En mi infancia algunos maestros eran como dioses intocables. Ahora hay unos políticos nostálgicos del pasado que, en vez de querer proporcionar medios a los profesionales y valorar la labor docente, más parecen desear volver a darles correas intimidatorias. Quieren una educación pública a la carta, pero con los ingredientes que ellos quieren. Y no parece que sean muy recomendables para la salud democrática.

Juan Carlos Ruesca Hernández. ZARAGOZA

Azuara y el patrimonio industrial

He leído con grata sorpresa en el HERALDO del 11 de abril la iniciativa de un coleccionista particular para abrir un museo en la antigua fábrica harinera de Azuara: sería el Museo de la Industria de Aragón. El centro, además, aspira a ser un lugar de investigación, conservación y difusión del patrimonio industrial aragonés y español. Guardar un patrimonio que va desapareciendo poco a poco sería un bonito recuerdo para las futuras generaciones. Sea bienvenido el proyecto, es una de las maneras de fijar la población en esta zona de Aragón tan despoblada y con un futuro incierto. Por eso sugiero al Ayuntamiento de la localidad y a las instituciones que corresponda, que den la máxima ayuda y prioridad a esta iniciativa. El pueblo, sus habitantes y la comarca lo agradecerán. Carlos, que tu ilusión y tu esfuerzo tengan el premio que mereces; ánimo, tienes el apoyo de todos los azuarinos.

Jesús Fleta Zaragozano. Zaragoza

La falta de autoestima, origen de la violencia

La violencia está muy presente en nuestra vida cotidiana, es una fuerza que destruye al ser humano, ya que acaba con vidas, bienes e ilusiones; o, al menos, altera negativamente nuestra existencia. La raíz de la violencia es la falta de autoestima, que no debe confundirse con el egoísmo (que es buscar el propio beneficio aun a costa del bienestar ajeno). Quien se autoestima extiende a los demás su optimismo y su positividad. El escaso o nulo cariño hacia uno mismo suele estar provocado por la dependencia emocional de otras personas, sean familiares, amigos o conocidos. Cuando no se cumplen nuestros proyectos e ilusiones, tendemos, muchas veces, a culpar a otros, nos sentimos insatisfechos y ese es el origen de tantos comportamientos antisociales e incluso violentos. La violencia, tanto la que se da como la que se recibe, sea física o psíquica, afecta negativamente a la autoestima. Nos educaron en la convicción de que necesitamos a los demás, pero nos ocultaron que lo primero y más importante es quererse a uno mismo, es la base de toda vida social. Solo quien se ama puede amar y ser amado. La Biblia dice: «Ama al prójimo como a ti mismo» (ni más ni menos). Hay que conquistar la autonomía emocional. Gandhi afirmaba que «nadie puede dañarte sin tu consentimiento». Una persona que se ama y está feliz nunca agrede a nadie, jamás se ha dado ni un solo caso. La violencia nace del desamor, que nos deshumaniza. La felicidad ya está en nuestro interior, por eso nadie puede dárnosla. Y el que sinceramente la busca acaba encontrándola. A más autoestima, menos violencia. La mejor manera de ser buenos es ser positivos, y esto solo se consigue con amor propio. La violencia tiene solución, ahora hay que aplicarla.

Miguel Bretón Vallejo. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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