Por
  • Santiago Martínez Morando

En la pista de despegue

Opinión
'En la pista de despegue'
Heraldo

Llegamos a este 23 de abril en una situación realmente atípica. 

Después de más de un año conviviendo con la pandemia, confiamos en haber comenzado el principio de su fin gracias a la llegada de las vacunas. No obstante, seguimos sin recuperar algunas facetas de nuestras vidas y, en lo económico, los datos todavía son negativos.

Venimos de la peor catástrofe humana de las últimas décadas en nuestro país, y el volumen de producción fue más bajo que el de 2006: ¡un retroceso de 14 años! En Aragón, a falta del dato oficial del Instituto Nacional de Estadística, las estimaciones del Instituto Aragonés de Estadística y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal nos dan una caída del producto interior bruto (PIB) del -9,5% y el -10,4%, respectivamente, tasas cercanas al -10,3%, que fue la previsión inicial de Ibercaja, y algo menos negativas que la media española (-10,8%).

El comportamiento de la economía aragonesa fue similar en los peores momentos (el confinamiento del segundo trimestre de 2020), pero destacó por su intensa recuperación a partir del tercero. Sin embargo, el incremento de las restricciones desde octubre agravó la situación de algunos de los sectores, en particular los relacionados con el comercio y la hostelería (más teniendo en cuenta la importancia del turismo de invierno en Aragón). Como estos sectores son muy intensivos en empleo, las limitaciones a su actividad interrumpieron la mejora del mercado de trabajo que se venía experimentando.

Más allá de estas fluctuaciones y de la gravedad de los datos, creemos que se pueden extraer algunas fortalezas del comportamiento de Aragón dentro de un año tan terrible, y que estas nos llevan a unas sólidas perspectivas para la recuperación. En primer lugar, y como ya sabíamos, la estructura productiva estaba algo menos expuesta a la crisis que la media nacional, pero consideramos todavía más relevante que se produjera un mejor desempeño prácticamente en todos los segmentos de la economía. Creemos que esto fue debido al fuerte proceso inversor del último ciclo (de 2013 a 2018 la inversión en bienes de equipo creció un 48%, el doble que en la Zona Euro y bastante por encima del 38% de España) y a la diversificación de las fuentes de crecimiento gracias a la expansión de ramas como la logística, la ganadería, las energías renovables, la sanidad o los servicios web, entre otros.

La estabilidad institucional y la colaboración público-privada han sido claves en este desarrollo y, como resultado de esta mejora competitiva, las exportaciones de bienes incluso aumentaron en 2020: un 0,1% mientras caían un -10% en el conjunto del país.

Las buenas noticias no deberían llevarnos a la complacencia ahora que entramos en la pista de despegue para dejar atrás la pandemia. Hay que reducir el elevado (aunque inferior al nacional) desempleo con un incremento de la empleabilidad y la productividad. Conviene aprovechar al máximo los fondos europeos, la disponibilidad de crédito y la experiencia con las empresas del sistema financiero para intensificar aún más la inversión desde una perspectiva amplia: con especial énfasis en la tecnología y el capital humano. Aragón tiene recorrido de mejora en indicadores como la investigación y el desarrollo o la ocupación en algunos sectores de alto valor añadido (información y comunicaciones, ciencia y tecnología). Si seguimos trabajando en esta línea, volaremos alto en el ciclo que ahora iniciamos.

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