Por
  • Vicente Pinilla

Pueblos

Teruel
'Pueblos'
Laura Uranga

Una gran mayoría de los nacidos en Zaragoza desciende del medio rural aragonés. Es difícil encontrar a alguien cuyos cuatro abuelos hayan nacido en la ciudad. 

Yo no soy una excepción. Ninguno de mis abuelos nació en Zaragoza. Una abuela era navarra y los otros tres eran aragoneses de Barbastro, Erla y Sestrica, lugares con los que no he tenido una relación especial, a pesar de que les tengo cariño. En esto soy más singular. Los zaragozanos mantienen un estrecho vínculo con los lugares de origen de sus padres y abuelos, o de ellos mismos. Queda familia en el pueblo a la que visitar, se mantienen muchas casas abiertas como segunda residencia y, en los veranos, pueblos que tienen un censo exiguo se llenan de nuevo de vida. Así que no tengo pueblo al que volver. O no lo tenía. Me casé con una alcañizana, y como saben mis amigos Pedro Arrojo y Luis Germán, eso te liga a su ciudad. Pasamos allí algunos días al año, visitamos a la familia y no solemos faltar en Semana Santa a escuchar los tambores, hasta tuve que salir una vez para reemplazar a un cuñado que no pudo venir y acompañar a mis hijos dándole a los palillos. Así que, cuando escuché a mi hijo hablar de Alcañiz como su pueblo, comprendí que tanto mis hijos como yo habíamos adoptado uno, del que también podíamos sentirnos orgullosos, y más ahora que tiene un alcalde de postín. La ejecutiva federal de su partido lo vetó como candidato a las Cortes Generales. El Congreso perdió, pero Alcañiz ganó.

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