Ideas y futuro

Los tiempos actuales son de incertidumbre y preocupación por los efectos de la pandemia sanitaria en distintos ámbitos, tanto económicos, como sociales o de ejercicio de derechos.
Pero son también el escenario idóneo para sembrar ideas, en todos los ámbitos, que permitan la mejor y más rápida reconstrucción, con la finalidad de reforzar los pilares de nuestra economía, nuestra sociedad y nuestras instituciones. Los fondos europeos son un excelente impulso para que muchas de las ideas –con vocación transformadora y bajo el concepto paraguas de la sostenibilidad y sus distintas facetas– puedan tener financiación y ser implantadas. El importante esfuerzo institucional y económico de Europa debe ser la palanca para adoptar las decisiones que nos demanda la sociedad actual y futura. Decisiones en ámbitos tan variados como la salud, la inteligencia artificial, la digitalización, la economía circular, el crecimiento sostenible, la movilidad y, por supuesto, de las normas jurídicas y de la gestión pública, que no pueden ser un obstáculo para los cambios.
La respuesta a la intensa crisis actual exige, por supuesto, invertir recursos públicos y privados en conocimiento, en ciencia y en salud. Pero también en formación, educación y cultura, sin las que difícilmente puede consolidarse una verdadera democracia caracterizada por la libre capacidad de pensar y decidir y de poner en valor decisiones y actuaciones políticas y también de los diferentes actores sociales. Nuestras administraciones públicas deben asumir su rol de liderazgo institucional, superando estrictas y formales visiones burocráticas alejadas de los fines públicos (que son, por cierto, la verdadera brújula de la gestión). Nuestra gestión pública y su forma de articularse, más que nunca, debe ser proactiva y no meramente reactiva.
transformación positiva de la sociedad española
Y esa inversión exige un clima político y social ‘armónico’, que sea favorecedor de nuevas iniciativas y que, más allá de ideologías, favorezca una verdadera transformación estructural, y no coyuntural, del país. La política, la verdadera política, debe ser el abono para que la ‘siembra’ permita recoger los mejores frutos. Sin embargo, en este aspecto, existen incertidumbre y riesgos que deben ser despejados, para evitar que una tormenta impida y minore el impacto de las ideas sembradas. Las ideas necesitan de una visión a largo plazo, de consensos sinceros (de seguridad, en suma), de credibilidad en la gestión pública, así como de un clima de confianza social que permita sumar y no restar esfuerzos colectivos.
Sobran por ello la crispación o el victimismo, la descalificación ideológica y la confrontación como forma de la política. A día de hoy la principal amenaza a un futuro de nuevas ideas es la situación política, alejada, en mi opinión, de sus propios fundamentos como forma de servir a los ciudadanos y a los derechos y libertades de los mismos, y no como instrumento de poder. Si además este contexto compromete la arquitectura de la división de poderes y se ‘captura’ o lamina de forma indebida a los mecanismos de control (que son imprescindibles para preservar la mejor eficacia de cualquier decisión pública y dar credibilidad jurídica al propio ejercicio del poder) los riesgos de tempestad se elevan exponencialmente. Nuestros políticos no pueden, por estrategias de partido cortoplacistas, poner en jaque los retos y desafíos de futuro. La política debe volver a sus esencias como arte, como suprema ciencia práctica, encargada de culminar las grandes aspiraciones humana (Aristóteles).
deben centrarse en favorecer una colaboración que permita impulsar los cambios
El objetivo de ‘España puede’ exige, sobre todo, de políticas de país, y no de partidos (ni de luchas al estilo de la novela ‘Juego de tronos’). Asimismo, se exige ineludiblemente el respeto a los principios esenciales de cualquier democracia moderna, como lo son la libertad y el rol de la justicia independiente. No podemos equivocar el camino ni los objetivos esenciales ni, principalmente, en qué consiste el oficio de la política, que es favorecer las ideas y el progreso social en un proyecto que, aun en la diversidad y en las diferencias, es y debe ser común. Pero el tiempo se acaba.