Vertebrar Aragón por autovías
En año y medio, el desdoblamiento de la carretera N-232 será una realidad en dirección a Logroño con la conclusión de los 14,37 kilómetros entre Gallur y Mallén.
En la otra dirección, sin embargo, ni siquiera se puede atisbar una fecha para llegar al límite provincial con Castellón. De hecho, más de la mitad de este eje viario sigue pendiente de proyecto y se necesitarán más de 600 millones de euros para desdoblar esos 124 kilómetros. El ministro de Transportes, José Luis Ábalos, aprovechó la semana pasada la inauguración del tramo Figueruelas-Gallur para reafirmar su «apuesta» por el corredor Cantábrico-Mediterráneo. A partir de ahora debe reflejarse en los sucesivos Presupuestos del Estado el respaldo a esta apuesta.
La apertura al tráfico, el pasado miércoles, del nuevo tramo de la autovía A-68 entre Figueruelas y Gallur ha supuesto acabar con un peligrosísimo cuello de botella en la N-232. No obstante, hará falta una década, en el mejor de los casos, para que un vehículo pueda recorrer de forma íntegra los 216 kilómetros por los que la A-68 transcurre en territorio de la Comunidad. Esta es la previsión más optimista que los expertos calculan en la planificación y ejecución de toda la infraestructura. La experiencia de los tramos construidos hasta la actualidad es que se ha avanzado con mucha más lentitud. Por ello es imprescindible que las administraciones aceleren los trámites y las obras. Se ha tardado demasiado tiempo en ejecutar el desdoblamiento hacia el oeste; no debería ocurrir lo mismo hacia el sureste.
Aragón lleva ya demasiados años reivindicando infraestructuras que son fundamentales para la vertebración de su territorio. Mientras siguen llegando, al menos hay que confiar en que este mismo año, al caducar la concesión de la autopista AP-2, podrán paliarse los graves problemas de tráfico pesado y peligrosidad que soporta también la N-II entre Fraga y Alfajarín.
