Director de HERALDO DE ARAGÓN

El salto naranja

El salto de Ciudadanos en Murcia ha terminado con Arrimadas cayendo de bruces.
El salto de Ciudadanos en Murcia ha terminado con Arrimadas cayendo de bruces.
POL

Resultó imposible hablar con Albert Rivera. Las llamadas de Javier Lambán para negociar un gobierno de coalición con Ciudadanos tras las autonómicas de mayo de 2019 no se atendieron. Rivera no respondió al teléfono. El líder naranja no quería un acuerdo con el PSOE y menos aún un tripartito con el PAR. El pacto era nacional y el acuerdo con el PP afectaba al concreto ámbito ideológico del centroderecha. Lambán no entraba en los planes de Rivera.

Con la pieza de seguridad del PAR en manos de Lambán, la vía de la DGA se cortocircuitó. Las derechas no sumaban en la Aljafería. La mirada de Rivera se posó en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde Ciudadanos sí podía gobernar con el PSOE sin necesidad de incluir a un tercero. Las matemáticas eran sencillas (10+6), pero el equipo negociador de Pilar Alegría descubrió que el camino estaba cegado: la capital estaba incluida en el mismo acuerdo que Madrid o Huesca, ciudad donde un estruendoso y doméstico cambalache en forma de voto en blanco de Ciudadanos terminaría entregando la alcaldía al socialista Luis Felipe.

Tras el derrumbe electoral de Ciudadanos en las nacionales y la dimisión de Rivera, el discurso en la Comunidad cambió. El coordinador regional del partido, Daniel Pérez, sabía que estaba obligado a posicionarse dentro de la ambivalencia y a recuperar el mensaje de la utilidad, la misma que se perdió cuando Rivera rechazó un acuerdo nacional con Pedro Sánchez. Diluidos ante los ojos de los votantes, la búsqueda de la supervivencia cuadró con la llegada de la pandemia. Qué mejor momento para expresar prudencia y responsabilidad. La neutralidad liberal, ágil y súbitamente convertida en respaldo institucional, recompuso el entendimiento con Lambán mientras Inés Arrimadas iniciaba el viaje hacia el centroizquierda. En Aragón, Pérez se mostraba alineado con la dirección nacional del partido -ahora con Arrimadas antes con Rivera- y el pacto en el Ayuntamiento de Zaragoza actuaba como justificación para los votantes de centroderecha.

Con Arrimadas firmemente instalada al frente de los naranjas llegó el descalabro catalán. Con cada vez menos hueco en la franja del centroderecha y con Vox metiendo presión al PP, Ciudadanos estaba perdiendo su espacio político. El partido, además, había incurrido ya en riesgo de caer en la indiferencia o, peor aún, en la desaparición.

El miércoles de esta semana llegó lo que en la dirección de Ciudadanos se pensó como la solución a buena parte de sus males. Los supuestos desmanes narrados por la coordinadora de Ciudadanos en Murcia, Ana Martínez Vidal, que antes de militar en el partido naranja desempeñó el cargo de concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de la capital, servirían para activar una oportuna moción de censura. El resumen de lo vivido, conocido por todos, deja pequeño el adjetivo rocambolesco. La necesidad y la urgencia políticas, acompañadas de la inestimable colaboración de la Moncloa, sirvieron para presentar una moción frenada por el PP murciano gracias a tres tránsfugas de Ciudadanos. El salto mortal terminaba con Arrimadas golpeándose de bruces contra la arena política y dejando a Ciudadanos convertido en una nueva y, quizá, definitiva formación fallida. Arrimadas había perdido toda credibilidad y el PP, que salvó el Gobierno murciano sin atender a ningún reparo antitransfuguista, devolvía el golpe al PSOE. En paralelo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que no tenía la menor intención de perder el tiempo, se apropiaba del tablero nacional y de la estrategia de su partido convocando unas elecciones que daban la puntilla a los naranjas y dejaban a Pablo Casado vinculado a su destino.

El giro y el revolcón sufrido por Ciudadanos en Murcia irrumpe en Aragón con las piezas de la política local perfectamente encajadas. No se prevén movimientos de ningún tipo porque, como en el juego de las sillas, todos los asientos ya han sido ocupados. En lo último en lo que piensa Lambán es en romper el cuatripartito para dar entrada a Ciudadanos, al igual que Azcón no tiene la menor intención de mover pieza alguna y, menos aún, la vicealcaldesa naranja, Sara Fernández. A los primeros a los que ha pillado fuera de juego el giro de Arrimadas es a su propia gente, que suman otra nueva incertidumbre a su futuro. Ciudadanos soporta en Aragón una losa de inseguridad, la misma que afecta a todos los territorios, y que se resume en la levedad de su palabra dada. Y es que por mucho que se prometa, siempre decide en última instancia Madrid.

miturbe@heraldo.es

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