Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Populismo regionalista

Opinión
'Populismo regionalista'
POL

Hoy prima lo visual sobre lo textual. La ciudadanía solo conecta con lo que le entretiene. También en política. Las generaciones de las series en el ordenador y el mando a distancia del televisor exigen que los candidatos capten su atención. En caso contrario, cambian de canal y de voto. Por eso se impone lo que los anglosajones han denominado ‘pop politics’. Consiste en incorporar los códigos y los lenguajes propios del mundo del espectáculo, donde los personalismos son fundamentales. Los candidatos pasan así a convertirse en estrellas mediáticas. Ha sido el caso de Berlusconi, Trump, Sarkozy-Bruni o Bolsonaro.

En España, esta tendencia ha sido muy evidente en el último ciclo electoral y es cada vez más activa en la televisión y en las redes sociales. Forma parte de la ‘cultura del entretenimiento’, descrita por pensadores de la talla de Adorno, Saramago o Vargas Llosa. Cuando hace dos años, el premio Nobel hispano-peruano estuvo en Zaragoza denunció que amenaza la supervivencia de la democracia "como un choque de trenes entre la cultura audiovisual y la de las ideas".

El populismo ha arraigado en todos los rincones del mundo y en todas las ideologías

Una de las causas de este fenómeno es la reactivación de la dimensión sensible en la democracia contemporánea. Por eso, los líderes apelan a los sentimientos para conectar con el electorado. El márquetin populista estuvo detrás de las victorias de Donald Trump o Boris Johnson, y, en un caso más próximo, ha sido y es la base movilizadora de los líderes independentistas en Cataluña. Desde hace una década, el secesionismo catalán ha seguido un plan de grandes gestos que mantiene atrapados emocionalmente a sus seguidores. Con rimbombantes declaraciones, manifestaciones y cadenas humanas han alimentado el ideal romántico de nación hasta anular las evidencias más racionales: se han saltado las leyes, no son mayoría, han gastado una cantidad ingente de dinero en propaganda, hacen una pésima gestión... El balance de sus mandatos es desastroso, pero han vuelto a lograr que casi la mitad de los votantes les apoyen gracias a esta instrumentalización de los sentimientos.

La xenófoba ideología secesionista ha quedado circunscrita a Cataluña. Pero su estrategia emocional y populista empieza a tener seguidores en otras comunidades. Isabel Díaz Ayuso es un caso paradigmático. El resultado es que, del mismo modo que ya contábamos con populismo de izquierdas (Podemos) y de derechas (Vox), ahora sufrimos también el populismo regionalista. En el caso de la presidenta madrileña se sustenta en una abierta oposición al Gobierno central, una desafiante laxitud frente a las restricciones por el coronavirus y un cierto aroma supremacista madrileño ("Madrid es España. Madrid es España dentro de España"). Las encuestas confirman que, como en otros lares, está política inflamatoria le funciona. Por eso se ha atrevido esta semana, aprovechando la moción de censura de Murcia, a dar un golpe en la mesa y convocar elecciones anticipadas. Esto asegura más ‘populismo regionalista’, porque ella y sus asesores insistirán en las tácticas ‘trumpistas’, como ya se ha visto en la disyuntiva maniquea que lanzó el pasado miércoles en las redes sociales y que probablemente acabe siendo su eslogan de campaña: "Socialismo o libertad". Ella aspira a la mayoría absoluta, pero es más fácil que tenga que apoyarse en la ultraderecha y asumir incluso su ideario de antipolítica.

No son propuestas, sino una forma maniquea de ver la política. Después de los secesionistas catalanes, de Vox y Podemos, su último adalid en España es Díaz Ayuso

Ayuso es el exponente cañí del populismo global, la corriente más poderosa en la actualidad dentro de las llamadas ‘guerras culturales’, esas batallas teóricas que el sociólogo James Davison Hunter bautizó en 1991 para explicar cómo una sociedad se polariza en torno a una serie de líneas ideológicas, ya sea el feminismo, la bandera, la orientación sexual, la libertad de expresión, el aborto o el lenguaje políticamente correcto. De este modo, las cuestiones culturales resurgen como la principal vía de diferenciación entre opciones políticas y arrastran a la polarización incluso a los partidos moderados. Así, el populismo de Ayuso es un golpe bajo al giro del PP hacia la moderación que Pablo Casado dijo que pretendía liderar para recuperar la centralidad, ese espacio electoral que siempre da la victoria a uno u otro de los denominados partidos de Estado

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