Urnas silenciosas

Opinión
'Urnas silenciosas'
Krisis'21

Con las elecciones catalanas, ya son tres los comicios que se han celebrado en España desde que comenzó la pandemia, sin embargo, observando los resultados, no parece que esta haya influido demasiado en ninguno de ellos. Salvo por el brusco descenso en la participación, que alcanzó su mínimo histórico en Cataluña y en el País Vasco, así como su segundo peor dato en Galicia, nada indicaría que estas elecciones se han desarrollado en un marco tan excepcional como el de la crisis sanitaria. Como en cualquier proceso electoral, ha habido variaciones en la correlación de fuerzas preexistente, partidos que han mejorado, empeorado o consolidado su posición, pero, tanto por las formaciones afectadas como por su intensidad, ninguno de los cambios apunta, en principio, hacia la gestión de la covid o la de sus repercusiones socioeconómicas, sino a tendencias que ya estaban presentes dentro la política española antes de la irrupción del virus.

El desmoronamiento de Ciudadanos en Cataluña, por ejemplo, difícilmente puede atribuirse a la pandemia, cuando su papel en ella ha sido secundario incluso en las comunidades autónomas donde gobierna junto al PP. Sucede algo similar con Podemos, que a duras penas ha logrado mantener sus ocho escaños en Cataluña, cinco menos que los que obtuvo ICV la última vez que se presentó en solitario; habiendo perdido, además, casi la mitad de sus escaños en el Parlamento Vasco y desaparecido por completo en Galicia, fagocitados por el BNG. Aunque Podemos forme parte del Gobierno central y sea, por tanto, partícipe de las decisiones que ha ido adoptando este, resultaría extraño que la gestión de la crisis sanitaria los penalizara solo a ellos; máxime, cuando el PSOE ha visto mejorar su situación en el País Vasco y, sobre todo, en Cataluña, donde remonta desde la cuarta posición para convertirse en la fuerza más votada, algo que no ocurría desde 2003, con Pascual Maragall.

En las tres elecciones autonómicas celebradas durante la crisis de la covid (Galicia,
el País Vasco y Cataluña) se ha producido un fuerte descenso de la participación

Teniendo presente todo esto, parece bastante más razonable ligar los malos resultados que han cosechado a sus respectivas trayectorias como partidos. Ciudadanos vive desde las elecciones generales de noviembre de 2019 un acelerado proceso de descomposición que recuerda, irónicamente, al que sufrió UPyD en 2015, y que tanto ayudó a la expansión nacional de la formación naranja. Por su parte, Podemos inició una senda descendente, tras digerir mal el fallido sorpaso al PSOE en 2016, que se ha manifestado desde entonces, con escasas excepciones, en forma de importantes retrocesos cada vez que han acudido a las urnas. Así pues, tanto en un caso como en otro, lo que les habría lastrado serían esas inercias negativas, o más concretamente, la incapacidad para sobreponerse a ellas y a las razones que las propiciaron y que todavía las alimentan.

Desechada la idea de que la crisis sanitaria haya perjudicado a los partidos en el plano electoral, cabría contemplar el escenario inverso, que hubiera beneficiado a alguno. A primera vista, ciertos datos irían en esa línea, como el hecho de que las tres formaciones más votadas en Cataluña sean también las que han coordinado en la comunidad la respuesta institucional frente a la covid-19 (en el caso del PSC, desde el Gobierno central); o que esa coincidencia se dé igualmente en Galicia y el País Vasco en relación al PP y el PNV. No obstante, esta impresión se diluye al ampliar el foco. Según el CIS, un 59,9% de los españoles tendrían ahora una opinión peor del Gobierno, y un 47,1% de los ejecutivos autonómicos. Con esas cifras, cuesta imaginar que algún partido haya capitalizado en favor suyo la gestión sanitaria. Del mismo modo, por más que se traten de autonomías distintas, no tendría sentido que los votantes recompensaran la actuación del PP ante la pandemia con una mayoría absoluta en Galicia, mientras le aplican un duro correctivo en el País Vasco y en Cataluña.

Pero el reparto de votos no parece que haya estado condicionado por la pandemia

De nuevo, se comprueba cómo los resultados no se explican bien tomando de referencia la emergencia sanitaria; en todo caso, el virus puede haber insuflado cierto espíritu conservador al voto, en el sentido de preferir la continuidad antes que el cambio en un momento como este, pero no habría agitado el tablero ni colocado nuevos actores en él. O eso es lo que se infiere analizando los votos, lo cual es quedarse con la mitad de la historia. Es fácil pensar que el miedo al contagio o la previsibilidad de los ganadores haya desincentivado la participación, y en parte así será, sin embargo, el desencanto también podría explicar esa fuerte caída. Que no se haya producido un terremoto, no significa que no se esté acumulando tensión de forma soterrada, por lo que existe el riesgo de que la imagen de normalidad que han dado las urnas sea, en cierto modo, un espejismo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión