El 8-M en tiempos de pandemia

Aunque las circunstancias de la pandemia impidieron ayer que el Día Internacional de la Mujer tuviera la celebración masiva de los últimos años, eso no resta fuerza a una reivindicación, en pro de la igualdad efectiva de derechos y oportunidades para las mujeres, que debe ser asumida por toda la sociedad. Especialmente, cuando los efectos económicos y sociales de la covid han puesto de manifiesto lo mucho que falta para conseguir ese objetivo.

Los efectos negativos de la pandemia han alcanzado a todos, pero se han sufrido de manera más dura entre las mujeres, tradicionales dispensadoras de cuidados que han sido mucho más necesarios debido a la enfermedad, al mismo tiempo que el teletrabajo y el cierre de los colegios complicaban la vida familiar y la conciliación, generalmente con mayor perjuicio para la mujer. De otro lado, el aumento del paro también se ha sentido más entre las mujeres, debido a la mayor precaridad y al impacto de las restricciones en sectores con un gran peso del empleo femenino. La reivindicación de la igualdad real entre hombres y mujeres viene de lejos y ha conseguido importantes avances. Pero en los últimos años ha crecido la conciencia de que es necesario un nuevo impulso, una urgencia que ha sido asumida por la mayor parte de la sociedad y que, tras los estragos de la pandemia, se hace necesario desarrollar a través de las políticas sociales y económicas. Hacen falta reformas que eludan polémicas innecesarias y posiciones sectarias para centrarse en aspectos sobre los que existiría un amplio acuerdo y que tendrían una repercusión favorable para la situación de la mujer, como la reducción de la precaridad laboral, el apoyo a la conciliación familiar y la mejora de los servicios sociales, sobre todo la atención a la dependencia. Ayer, imperó la debida prudencia en las manifestaciones, evitando una afluencia masiva; pero la reivindicación de la igualdad sigue viva y es de justicia.