Semejanzas

Exposición de Pepe Cerdá
'Semejanzas'
TONI GALAN

Pepe Cerdá preparaba la exposición que exhibe en el Museo Goya de Zaragoza cuando sobrevino la pandemia. Desde su confinamiento de Villamayor, quiso hacer su propio reconocimiento a los profesionales que estaban defendiendo nuestras vidas e, inspirado por sus colegas británicos, ofreció pintar a quienes nos cuidan en tiempos tan difíciles. Así empezó la serie de retratos de sanitarios y de otros profesionales esenciales que hoy muestra junto a la belleza de sus paisajes en ‘Semejanzas’, título que evoca la silva ‘El pincel’, de Quevedo. "Animar lo hermoso, dar a lo mórbido sentido con las manchas distantes, que son verdad en él, no semejantes…".

Aunque su pintura hable con sus pinceles, Pepe Cerdá ha tenido la generosidad de dejarme acompañarle en su homenaje y recoger el testimonio de los 14 médicos y enfermeros retratados, para dejarlos escritos junto a sus cuadros. En las conversaciones con ellos, he sentido su vocación, su miedo, su extrema dedicación, la omnipresencia de la muerte… tantos sentimientos que comparten con los colegas que en espíritu también están en la exposición y a quienes, después de este año que ha sacudido nuestras vidas, no podemos dejar de dar las gracias.

Porque, cuando se cumple un año del estallido de la pandemia en España, las cifras acumuladas dejan un vértigo y un dolor infinitos.

Un año en el que oficialmente han muerto por coronavirus 70.000 personas, 3.300 en Aragón, muchas de ellas en soledad y asidas, en el momento del adiós, de la mano de un sanitario que fue su familia.

Cuando se cumple un año del estallido de la pandemia con cifras
y sufrimientos de vértigo, los pinceles de Pepe Cerdá ponen luz
en lo mejor del paisaje y las personas 

Un año en el que España ha constatado que el modelo de residencias de ancianos es deficiente, como traducen esas 30.000 personas fallecidas en geriátricos, 1.300 de ellas en Aragón. No lo queremos ver pero, con los niveles de dependencia que tenemos, el coste por plaza es mayor del que parecemos dispuestos a pagar.

Un año en el que ni los miles de muertes han evitado la pelea política de bajo vuelo, cuando ha quedado patente la ausencia de soluciones mágicas en ningún

país, independientemente de la orientación ideológica. Acaso, las medidas han funcionado mejor en los autoritarios. Respecto a los políticos más cercanos a la gestión, poca broma: como hemos visto en Aragón, han sufrido lo suyo… hasta la enfermedad.

Un año también con grandes mermas económicas, como acabamos de ver esta semana, con el paro superando de nuevo los cuatro millones de desempleados; en Aragón, un 30% más que en febrero de 2020. Con una lacra añadida: se ceba con las mujeres, que son el 64% de los nuevos desempleados.

Un año en el que hemos cambiado costumbres y avanzado en digitalización hasta provocar una nueva crisis: la carencia de chips. Disparada la demanda de dispositivos para trabajar o entretenernos en casa, o incidir en el mercado de las nuevas monedas desde la granjas de tarjetas gráficas, no llegan a la industria, hasta paralizar la fabricación de coches.

Un año en el que, en definitiva, la soberbia de la vida contemporánea ha chocado con las limitaciones y las contradicciones de nuestro mundo, demasiado a menudo de todo a cien.

Pero un año, pese a todo, para la esperanza. Como escribió Camus, a través de su alter ego el doctor Rieux, en ‘La peste’, "hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio". Lo hemos visto en los sanitarios y otros oficios retratados por Pepe Cerdá y todos los trabajadores esenciales a los que representan. En los investigadores que han intensificado su dedicación para lograr vacunas en tiempo récord. En los profesionales de todo tipo que han discurrido para dar respuestas a los problemas e incertidumbres que iban surgiendo, como el zaragozano José Luis Jiménez, desgañitándose para que se tuviera en cuenta el riesgo de contagio por aerosoles, cosa que no consiguió hasta octubre. Y aunque no falten los irresponsables y los erráticos, en el comportamiento ejemplar de millones de personas, pese a sufrir la pérdida de libertades y de economías… Como en las pinturas de Cerdá, "que son verdad en él, no semejantes".

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