Por
  • Mar Llera Llorente

Por qué no debemos fiarnos de China

Opinión
'Por qué no debemos fiarnos de China'
Heraldo

Varias semanas, para que la general Chen Wei borrara indicios en el mercado de Wuhan y sus alrededores. Varios días, para modificar las bases de datos de sus laboratorios. Un año de renuencias y represalias contra quienes han exigido una investigación independiente. Una marcada opacidad en la selección del equipo de la OMS. Una presión insoportable sobre sus miembros. Un mes sin la documentación necesaria para desarrollar su trabajo. Una hoja de ruta no consensuada. Resistencia por parte de las autoridades chinas a la hora de proporcionar datos. Amenazas contra el personal sanitario. Una accidentada rueda de prensa para dar a conocer las conclusiones preliminares del equipo. Y finalmente, un impulso a la narrativa china sobre el origen de la pandemia: una victoria propagandística para el régimen. ¿Consideran que no hay motivos para desconfiar? Washington sí lo hace. Y ya no es el inquietante Donald Trump, sino quien lo ha relevado desde sus antípodas ideológicas.

La OMS descarta al laboratorio de Wuhan como origen del coronavirus

Con todo, Peter Daszak, miembro del equipo investigador y presidente de Ecohealth Alliance (EHA), ha advertido: "No hagan caso a estas suspicacias". Sus razones son evidentes, porque Daszak no debería ser investigador, sino investigado. Su inclusión en la comisión de la OMS constituye un indicio revelador. La relación del responsable de EHA con el laboratorio de Wuhan viene de lejos. Es amigo y colega de los principales sospechosos: Zhengli Shi, Linfa Wang, Ralph Baric. Ha contribuido durante años a su financiación y ha logrado el apoyo del todopoderoso Niaid, dirigido por Anthony S. Fauci, hoy también bajo sospecha. Desde el primer momento, Daszak orquestó una operación de propaganda para lograr la complicidad de las élites científicas y acallar unos interrogantes que cada día se demuestran más legítimos. Prescindiendo del rigor exigible a un científico, popularizó el descalificativo ‘conspiracionista’ para hacer frente a sus adversarios. Logró hacerse hueco en la comisión covid de la revista ‘The Lancet’ para asesorar a Naciones Unidas sobre el ‘gran reinicio’. A pesar del rechazo inicial, en plena pandemia consiguió nueva financiación para sus proyectos. Y por último se aseguró un puesto como investigador en el equipo de la OMS que debería haberle investigado a él.

Es la conclusión de un equipo de científicos que realizó una visita guiada por funcionarios chinos

Ante este panorama tan inquietante, donde parece que son los zorros quienes cuidan a las gallinas, no pocos medios españoles alternan la función de inconscientes voceros de la propaganda china, con titubeos en distinto sentido e incluso virajes en una línea crítica. Lo que revela tal falta de criterio es desconocimiento sobre los modos de proceder de un régimen demasiado peligroso y astuto para nuestros convencionales ‘buenismos’. Revela también que las nuevas censuras pandémicas frente a personajes como la viróloga Li-Meng Yan hacen mella en el derecho a la discrepancia y a la libertad de expresión. Y que nunca ha habido más bulos en torno a qué sea bulo.

Aun sin saberlo, España está importando peligrosas cargas de autoritarismo ‘made in China’. Y si no me creen, presten atención –por ejemplo– al reciente debate sobre el procedimiento de actuación contra la ‘desinformación’ promovido por el Gobierno.

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