El afán de hacer las cosas bien
De Juan Antonio guardaré siempre un gran recuerdo. Nos unía una amistad muy sincera desde hace décadas. Concretamente, desde que fue nombrado magistrado de la sala de lo Contencioso-Administrativo de la entonces Audiencia Territorial de Zaragoza. Tuvo el acierto de escribir sus ‘Comentarios a la Ley Contencioso-Administrativa’, un libro que ha sido un referente durante años, y la gran aportación de ser el primer presidente de la Diputación General de Aragón. Recuerdo que, siendo joven, renunció a la posibilidad de llegar al Supremo una vez propuesto solo por que deseaba seguir viviendo en Zaragoza. El de hoy es, desde luego, un día muy triste. También su afán por hacer las cosas atinadamente. Siempre supo rectificar en aquello que hubiese podido ser un error suyo. Recibía de los contrarios un buen comportamiento y una calificación positiva aunque no estuvieran de acuerdo con sus pensamientos.
Le tocó vivir un tiempo difícil, empezar a forjar nuevamente la historia de los partidos, una tarea que le exigía una preparación para defender la verdad y saber que esta no pertenece en exclusiva a nadie, un aspecto que constituye el origen básico de la democracia. Con el paso de los años fue dándose cuenta de que en UCD no encontraba su camino y acudió al PAR.
En lo personal, destacaba por ser un excelente comunicador. En los mítines sabía siempre qué decir. También era un buen deportista, un apasionado del tenis y del fútbol, y tenía un humor muy característico y aragonés. Le pido a Dios que lo tenga en su infinita misericordia.