Cuando el arte urbano es rural

Fotos de Alfamén
El festival Asalto se ha celebrado también en Alfamén, dejando varias obras en el pueblo.
Laura Uranga

Uno de los fenómenos en apariencia más paradójicos de los últimos años, y con fuerza particular en Aragón, es la extensión del denominado arte urbano por el medio rural, sobre todo en la provincia de Zaragoza, aunque no solo. En los pueblos, especialmente en aquellos que han conservado menos patrimonio histórico, se aprecia de forma rápida todo el potencial transformador de estas expresiones plásticas, que son habitualmente grandes grafitis murales, testado ya hace años en la principal ciudad de la Comunidad de la mano del festival Asalto y que no ha tardado mucho en tocar el paisaje cotidiano de pequeñas localidades, dulcificándolo, dignificándolo. Quienes escapen este fin de semana de la capital tras la relajación de las restricciones no tienen que irse muy lejos para comprobarlo.

Es un ejemplo más de cómo la globalización de las formas culturales populares es imparable y está difuminando las fronteras entre lo rural y lo urbano. Muchas de las más interesantes y próximas a la vanguardia encuentran ahora acomodo en los pueblos. En tierras aragonesas abundan los ejemplos en forma de ferias y festivales, de experiencias de creación en artes visuales, en música, en diseño. Son iniciativas valiosas, hasta estratégicas para combatir el avance del desierto demográfico. Porque los actos creativos y sus industrias fijan población, están cargados de futuro en un entorno digital en el que, con unas condiciones dignas de conectividad, cualquiera puede aspirar desde la periferia a una audiencia universal.

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