Cómo mueren las democracias

Acto en el Congreso de los Diputados
'Cómo mueren las democracias'
EFE

Solía pensarse que las democracias morían por un golpe de Estado. Pero no solo es así. Felipe VI lo subrayó ayer, en el acto solemne que conmemoraba una fecha, la del 23 de febrero, en la que la recién nacida democracia española frustró el golpe de Estado que encabezó el coronel Tejero con su asalto al Congreso.

Felipe VI defendió la convivencia y las libertades que consagró la Constitución de 1978, respaldada abrumadoramente por los españoles. Y destacó el papel decisivo del entonces Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, Juan Carlos I. "Ante aquella inaceptable fractura del legítimo y legal orden democrático, el rey Juan Carlos I asumió como Jefe del Estado su responsabilidad y su compromiso con la Constitución". Es un gesto de grandeza, muy relevante institucionalmente, que el Rey distinguiera la distancia física y personal que le separa en estos momentos de su padre de la valiosísima contribución a la democracia española, antes de 1981, y muy especialmente esa noche aciaga. Las democracias, sostiene Levitsky, pueden morir sin ruido, cuando se socava su arquitectura institucional. De ahí que Felipe VI llamara a todos -ciudadanos e instituciones– a "sentirnos comprometidos y obligados a defender, proteger y preservar nuestra convivencia en democracia", porque, dijo, es delicada. Ayer celebramos que la democracia ganó. Por eso es tan censurable e inquietante la ausencia de los independentistas, aliados del Gobierno, en un acto que no consideraron motivo de celebración. 

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