Por
  • Ángel Gracia

Ir en bici

Desplazamiento en bici por Zaragoza.
Desplazamiento en bici por Zaragoza.
Miguel A. Muñoz Romero

Hace unos días mi hijo de cuatro años aprendió a ir en bici con pedales. La noticia ha causado tal alegría en la familia que todavía no comprendemos por qué no aparece en la portada de este diario. Es, sin duda, un acontecimiento grandioso, solo equiparable al momento en que empezó a andar. De repente, se han abierto ante sus ojos nuevas vías de movimiento en el espacio y en el tiempo, nuevas formas de comunicación entre su cuerpo y el entorno. Ahora mi hijo descubrirá que la bici ya no es un juguete, sino un emblema, una declaración de principios. Ahora descubrirá que es la máquina más asombrosa ideada por los humanos porque su motor incombustible es el mismo pasajero.

Mi hijo tiene la suerte de haber nacido en una época en la que el uso de la bici en la ciudad se ha extendido entre gentes de todas las edades y condiciones sociales. Atrás quedan los tiempos en los que era actividad exclusiva de ecologistas o de extravagantes. Todavía queda mucho por mejorar en convivencia con peatones y otros vehículos, en la apertura de nuevos carriles, pero mi hijo disfrutará de unas condiciones para su uso que yo no podía imaginar a finales del siglo veinte, cuando iba a todas partes en bici. Entonces eran habituales los pitidos de reproche, las malas caras de conductores y viandantes, el poco aprecio generalizado. La bicicleta no es (nunca lo ha sido) solo un medio de transporte, es una manera de comprender y observar la vida. Querido hijo: ya podemos pedalear juntos. El mundo nos espera.

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