Democracia de calidad

Opinión
'Democracia de calidad'
ISM

Recuerdo de mi infancia un rompecabezas con el mapa de Europa. Me lo regalaron los Reyes Magos. Creo que todavía está en un armario de casa, salvo que mi madre lo haya hecho desaparecer. Con aquel juego, aprendí geografía europea sin sentir. Tenía las formas de los distintos países, sus banderas y capitales. Entonces pensé que esas piezas representaban un mundo que sería así para siempre. El paso de los años ha confirmado mi error. Son muchas las cosas que han cambiado desde entonces. Yugoslavia ya no existe y lo que en el mapa aparecía como URSS, ya no es como era. Ni siquiera Alemania. Entonces tenía dos fichas la de la RFA y la de la RDA, con una mancha dentro, dedicada a Berlín. Hoy sabemos que con la caída del Muro y posterior reunificación, la primera, la República Federal Alemana, absorbió a la segunda, la República Democrática Alemana.

Esa distinción entre ‘federal’ y ‘democrática’ se me hacía algo extraña. ¿Eran cosas opuestas? No estaba claro, pero no era un asunto para preguntar en la EGB. El debate sobre la democracia solo se pudo plantear abiertamente a partir de la muerte de Franco. Y durante BUP y COU he de reconocer que me interesaba poco. Me cargaban bastante los que daban la matraca con los rifirrafes de la política de aquella época.

La democracia en España es perfectamente comparable a la de nuestros vecinos de Europa occidental; no somos tan distintos de belgas, suecos o alemanes, por ejemplo

Entonces, se contaba un cuento donde se nos hacía creer que eso que vivían en la Alemania del Este, como en el bloque soviético y el Pacto de Varsovia se podía llamar democracia. De hecho, más de uno y una creyeron durante muchos años que el paraíso donde se alcanzaba la mejor de las vidas era en esos países gobernados por el comunismo. La justicia social habitaba en aquellas lejanas tierras, mientras el capitalismo occidental solo producía desigualdad y pobreza. Eso sí, en España, el franquismo nos oprimía.

Ahí, en esa ensoñación, se maceraban los retos del pasado donde las heridas de la guerra (in)civil estaban sin restañar. Pero, sobre todo, se vendía la vieja lucha obrera como una tarea pendiente, como un sueño internacional que se debía seguir cantando para agruparnos "todos, en la lucha final". Y ese punto sigue teniendo su fuerza y encanto. Pero hoy –en esta sociedad post-capitalista, donde la digitalización acelera las contradicciones– está claro que no hemos conseguido ni conseguiremos la hermandad del género humano. Ni aquel Edén comunista era tal. Es más, pensándolo bien y comparando aquella ‘democracia comunista’ con la sociedad franquista, esta última no fue peor; ni el franquismo lo hizo tan mal como Stalin y sus sucesores, aunque esto no se pueda decir en voz alta. Tendrán que pasar un par de generaciones para que se pueda hablar con distancia y sosiego. De hecho, el sanchismo ha usado este tema para seguir alimentando los odios. Pero gracias a la generación de nuestros mayores, en esta España nuestra –que en 1978 se declaró a sí misma como ‘un estado, social y democrático de derecho’– hemos conseguido hacer una democracia homologada con sus socios europeos. ¿Con la misma calidad democrática?

Lo que no quita para que el sistema político tenga mucho que mejorar

Pues sí. Pese a quien pese y pese a quienes quieren obtener réditos mediáticos alimentando la confusión, no somos tan distintos de belgas, suecos o alemanes, por ejemplo. Son muchas las cosas que se han de mejorar, pero estamos mucho mejor que quienes viven en la Rusia de Putin o padecen las ‘virtudes’ de la Alianza Bolivariana y la Venezuela de Maduro. Tenemos muchos conflictos por encauzar, mucha democracia por construir, pero mientras se mantengan el estado de derecho, la separación de poderes, la libertad y la propiedad privada seremos una democracia liberal como nuestros vecinos del norte. ¿Alguien conoce algo mejor? ¿Qué alternativas se ofrecen?

Alfonso Ortí nos dijo en una clase allá por los noventa: "Si esto es una democracia, yo no soy demócrata". Me sumé y sumo a esa idea. Pero no desde la lógica extractiva y narcisista de Iglesias y Sánchez centrada en mantener su poder e incrementar su propia riqueza. Ni desde su forma de gobernar con el estado de alarma, saltándose la Constitución y cercenando la separación de poderes, paralizando el control parlamentario y pactando con quienes quieren desmontar las conquistas de nuestros mayores. Así, mejor se guarden su democracia y nos dejen corregir las imperfecciones de la que hemos conseguido.

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