Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

La lucha de un obispo

Los bienes llegan por fin a Aragón, pero solo llegan dos cajas
Los bienes llegan por fin a Aragón, pero solo llegan dos cajas
DGA

Lo llevó a los tribunales. Casi 25 años después del inicio del conflicto por los bienes sacros, un obispo se armó de valor para hacer cumplir los decretos vaticanos que la propia Iglesia había dejado en vía muerta hacía tiempo. Ángel Pérez condujo al obispo de Lérida ante los tribunales civiles. De homólogo a homólogo. De obispo a obispo. Lo que nadie se había atrevido a realizar hasta entonces, lo abordó este hombre de férreas convicciones al que no le tembló el pulso para conducir por la vía judicial lo que su propia institución no quería hacer cumplir.

La línea roja -o púrpura- que cruzó el prelado, sirvió para que ayer comenzara una entrega que se espera que concluya en las próximas semanas.

Ahora, tal vez debería explicar la Nunciatura Apostólica en España los años de silencio clamoroso, la impotencia buscada en aquella frase apócrifa atribuida al Papa de que no iba a involucrarse en una cuestión de «cuatro candelabros viejos». Debería indicar si le parece bien o mal, si su falta de pericia se ha tenido que saldar con la decisión de un hombre que dejó atrás las lisonjas de sus anteriores compañeros en Lérida, siempre dispuestos a llegar a supuestos ententes, pero que nunca movieron un dedo bajo el pretexto pueril de que el Consorcio del Museo se lo impedía. La historia del regreso de los bienes, cuyo epílogo aún está por escribir, debe colocar también en lugar destacado a las instituciones aragonesas, a sus antecesores, a los letrados, y a quienes entendieron por fin que la vía del acuerdo político -que ya se intentó en los inicios- era una trampa de la que era preciso desembarazarse.

El obispo de Barbastro inició hace ya tres años una travesía casi en solitario que le llevó a la Nunciatura, a la Secretaría de Estado, a la Congregación para los Obispos, a la Congregación del Clero y hasta al presidente del Gobierno. Y lo ganó en 2019 en los tribunales, que ya decidieron en 2016 el regreso de las pinturas murales de Sijena, actualmente en el MNAC.

Alejada de la triste imagen del último traslado del Museo de Lérida, en la que la Guardia Civil y los Mossos tuvieron que emplearse a fondo ante una turba -en la que por cierto estaba Quim Torra- que quería impedir la salida de las piezas, ayer la entrega se realizó con tranquilidad y sin incidentes.

En la procelosa historia de los bienes sacros de las parroquias aragonesas, con tantas trampas y artificios que continúan su sendero, la Generalitat ha desarrollado un papel equivocado y torticero. Como ejemplo, los exconsejeros Vila y Puig, quienes se negaron a devolver presuntamente las piezas de Sijena y cuyo caso aún debe juzgarse.

Resuelta ya la propiedad aragonesa desde hace años y activado el regreso tanto en Sijena como en Barbastro, solo cabe continuar por el mismo camino para restablecer la justicia allí donde todavía permanece la obcecación.

La vía abierta por el oblspo Ángel Pérez debe convertirse en la guía para futuras actuaciones de las diferentes instituciones aragonesas. Si su determinación, la entrega que se inició ayer hubiera resultado imposible.

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