Por
  • Carlos Sagüés Blázquiz

Docencia, investigación y transferencia

Opinión
'Docencia, investigación y transferencia'
Heraldo

Ni uno, ni dos. Tres pilares, en los cimentos de nuestra Universidad.

La palabra ‘investigación’ es probablemente la más pronunciada por responsables políticos y académicos de nuestro país. También, por los que se postulan para serlo. Los países avanzados hacen un importante esfuerzo en investigación y es esa una de las razones por las que se denominan avanzados. Es también una de las misiones trascendentales de nuestra labor como universitarios. Nada que discutir. Quizás se podría discutir si es la misión más importante dentro de las encomendadas a la universidad. Quizás se podría discutir si la excelencia que muchos asocian a la investigación es, o debe ser, algo exclusivo de esta. Y, quizás, se podría discutir si la mencionada excelencia, de la que algunos profesores universitarios se consideran abanderados, lo es tanto si por el camino se ignoran o se consideran de menor relevancia las otras dos misiones.

Algunos se atreven a establecer en clases a los profesores que tenían reconocida su actividad investigadora y los que no. Sin embargo, afirmar como hacen algunos que los que no tienen la actividad investigadora reconocida incumplen con lo establecido legalmente ofende. Ofende seguro a los que no la tienen. Y ofende también a muchos de los que la tenemos.

Desconozco la casuística de todos, pero puedo afirmar que he disfrutado durante todos estos años de compañeros que no tienen toda su actividad investigadora reconocida y han realizado una gran labor dentro de la universidad. Su dedicación a las otras labores que los profesores tenemos que realizar hace inmerecida semejante afirmación. Las razones por las que muchos profesores se encuentran en esta situación son de diversa índole y muchas son consecuencia de nuestra propia historia. El sistema universitario ya los castiga bastante porque, como es bien sabido, la promoción dentro de nuestro sistema depende, casi de forma exclusiva, de la mencionada labor investigadora.

Es probable que el discurso de distinción en clases esté hasta desfasado. Los profesores jóvenes han tenido que acreditar actividad investigadora. En caso contrario no pueden acceder al sistema universitario. Y muchos de estos jóvenes, conscientes de esta realidad, hacen tanto énfasis en la investigación que sienten la docencia como una misión menor. Que reconocidos investigadores de nuestra universidad consideren la impartición de clases como ‘una penalización’, desde luego, ayuda poco.

La universidad tiene que realizar tres tareas, enseñar, investigar y transmitir
conocimientos a la sociedad

‘Docencia’. ¡Qué privilegio poder aprender! ¡Qué honor poder enseñar! Los padres y las madres depositan en nosotros su tesoro más preciado, sus hijos. Y nos los entregan en edades complicadas. Ni son niños, ni son hombres. Ni son niñas, ni son mujeres. Están construyendo su futuro y recae sobre la universidad una parte clave de su futuro. Estos padres y madres merecen que respondamos con dedicación y esfuerzo a la confianza que han depositado en nosotros.

Pero no es solo por ellos, es también por todos nosotros. La sociedad del futuro depende de nuestros jóvenes y de su formación académica y humana. Nuestros jóvenes merecen lo mejor del sistema universitario y los profesores son más trascendentes en los primeros años de su formación dentro de la institución que en los últimos. Aquí la palabra excelencia también es muy adecuada, tanto o más que cuando nos referimos a nuestra misión investigadora. Y, desde luego, escatimar esfuerzos en docencia, esconderse en cursos de máster con maduros estudiantes o en asignaturas optativas con pocos alumnos, para alcanzar (o no) la mencionada excelencia investigadora, desde mi punto de vista es… inadecuado.

Y vamos a la ‘transferencia’. No por última es menos relevante. Palabra menos mencionada, mal entendida en muchos casos e ignorada durante demasiado tiempo como misión de relevancia. La universidad es fuente de conocimiento. Pero no puede ser también un sumidero. Desde luego debe ser capaz de generar conocimiento para avanzar, pero no debemos conformarnos con reflejarlo en revistas de impacto. La sociedad, toda, puede y debe beneficiarse de conocimiento que se genera en la universidad.

Las tres son pilares fundamentales de la institución

En el marco de mi actividad como universitario he visitado otros países de los considerados avanzados, y analizo con admiración cómo en estos países la relación universidad-empresa es más fluida. Las empresas desarrollan su propia tecnología aprovechando el conocimiento que se genera en la universidad. Con tristeza observo cómo la distancia en tecnología entre nuestro país y esos otros es cada vez mayor. Es bastante evidente que el déficit tecnológico de nuestro país en comparación con los del norte de Europa, norte de América y bastantes de Asia nos lastra. Y nos lastra más cuando aparecen crisis más o menos profundas, porque en lugar de ser un referente tecnológico somos un referente en… otras cosas.

Es mi deformación profesional la que me hace expresar de forma más clara este tipo de ejemplos, pero, sin duda, la transferencia es una palabra mayor. Nuestra sociedad, toda, puede y debe ser partícipe de nuestro conocimiento. Desde todas las áreas, de las Artes y Humanidades a las Ciencias, pasando por la Ingeniería y la Arquitectura, las Sociales y Jurídicas o las Ciencias de la Salud, se hace y se puede seguir haciendo una gran labor en transferencia. Muchos profesores han realizado una interesante labor en esta misión y la excelencia es también de aplicación a su labor.

Difícil tarea, sobre todo en tiempos como estos, poder realizar con excelencia las tres misiones de forma simultánea. Sin embargo, la excelencia no tiene mayor significado en una frente a las otras. Termino como he empezado para que hagamos docencia, investigación y transferencia.

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