Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Los amos del universo

Opinión
'Los amos del universo'
POL

Un año de pandemia deja un balance paradójico respecto a la riqueza: los pobres son más (muchos más) y los (poquísimos) mega-ricos lo son más. En la lista mundial de multimillonarios, los diez primeros han incrementado sus riquezas un 27% en menos de doce meses. El ranquin está encabezado casi en exclusiva por dueños de empresas tecnológicas y de origen estadounidense: Jeff Bezos (Amazon), Elon Musk (Tesla), Bill Gates (Microsoft), Bernard Arnault (LVMH), Mark Zuckerberg (Facebook, Whatsapp e Instagram), Warren Buffett, Larry Page (Google, Youtube), Steve Ballmer (Microsoft), Sergey Brin (Google), Larry Ellison (Oracle). Son los mayores accionistas de las compañías disruptivas, que han acelerado su expansión en los últimos 365 días gracias a la covid-19, la distancia social y los confinamientos forzados.

Estos empresarios ‘tech’ son los nuevos amos del universo. Más de la mitad de los 7.600 millones de habitantes del planeta somos usuarios de sus aparatos, aplicaciones o contenidos. Les pagamos con dinero o ‘regalándoles’ nuestros datos (en la red, "cuando algo es gratis, el producto eres tú"). Su riqueza es mayor que el PIB anual de buena parte de los 194 países soberanos. Disponen de masivos registros digitalizados de casi todas nuestras relaciones sociales (de navegación por internet, de comunicaciones y movimientos de todos los teléfonos, de tarjetas de pago, de comercio electrónico…). Además, empiezan a cumplir funciones que tradicionalmente se consideraban propias de los Estados. Por ejemplo, SpaceX, la compañía de Elon Musk, acaba de anunciar que este año lanzará la primera misión tripulada totalmente comercial que orbitará la Tierra. Es decir, comienza a desempeñar el papel de la NASA.

La ‘economía de mercado’ ya es ‘sociedad de mercado’ por influencia de los titanes tecnológicos

Hay servicios sociales básicos, incluyendo los pilares del Estado del bienestar, donde los gigantes tecnológicos están aterrizando. Son sectores onerosos y de pocos beneficios inmediatos, pero a medio plazo resultarán muy rentables porque son los cotidianos para la ciudadanía. Es el caso de la salud, la educación, las comunicaciones o la seguridad. Así, el conglomerado Alphabet no solo posee el omnipresente buscador Google o el sistema operativo Android, sino que viene trabajando en áreas como la sanidad (Deep Mind, Calico), el urbanismo y la vivienda (Sidewalk Labs), la educación superior (Google University) e incluso el ámbito de la seguridad (Chronicle Security). Todo esto hace que el poder de Alphabet-Google esté ya en un nivel superior al de cualquier empresa o Estado europeo.

La mirada de los mega-ricos alcanza también un área que hasta ahora había sido uno de los símbolos de la soberanía estatal: la moneda. No se trata solo de que Google, Facebook, Apple, Uber o Amazon tengan proyectos para operar como entidades financieras globales, sino que Zuckerberg está intentando lanzar la criptomoneda de Facebook (con sus 2.600 millones de usuarios). El pasado lunes, Musk disparó la cotización del bitcoin al anunciar la compra de 1.500 millones de dólares en esta criptomoneda y que comenzará a aceptarla como forma de pago. Hay que recordar que el bitcoin fue diseñado para que sus operaciones sean anónimas y privadas, lo que lo deja fuera del control de los gobiernos.

Atesoran datos, fagocitan lo público y escapan al control político y fiscal

Los gigantes tecnológicos no solo están ocupando muchas áreas que hasta ahora habían sido terreno exclusivo de los Estados y no solo controlan los datos de millones de ciudadanos de todo el mundo, sino que además invierten en innovación más que ningún país y pueden permitirse perder miles de millones para eliminar a competidores. Su dominio del mercado anula la competencia en aspectos tan decisivos como las búsquedas en internet, la venta online, las aplicaciones de móviles y la difusión de noticias.

Esta oligarquía global (a la que quieren sumarse los titanes chinos: Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi) es ya tan poderosa que actúa como juez y parte, hasta el punto de que es muy difícil de controlar con la legislación actual. Lo que los ciudadanos hemos ganado con la democracia en el plano del poder político, se puede perder ahora ante agentes no estatales que actúan sin control.

En nombre de la libertad del consumidor se está socavando el pacto social

El desafío no se basa en el clásico debate entre tecnófobos y tecnófilos, sino en cómo asegurar la competencia en la nueva economía digital para garantizar la libertad del ser humano. Y es un debate urgente porque las dinámicas de la inteligencia artificial y los algoritmos lo van a situar en un terreno aún más complejo.

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