Por
  • Juan Antonio Falcón Blasco

Europa y Biden

Donald Trump y Joe Biden
Donald Trump y Joe Biden
Agencias

Desde finales de la década de los noventa, la Unión Europea está intentando implementar una autonomía de acción que contemple los intereses puramente europeos, especialmente en materia de defensa. Sin duda, el motor para avanzar en este camino ha sido la presidencia de Donald Trump. Momento en el cual los europeos, con cierta perplejidad, asumieron que el sempiterno aliado no era de fiar. De esta forma, la ‘autonomía estratégica’ de Europa emergió como un paraguas para hacer de este continente un actor más cualificado en seguridad y defensa.

Sin embargo, los Estados miembros están divididos sobre el hecho de si la autonomía estratégica es deseable, y sobre la posibilidad de que este camino, al duplicar esfuerzos, dinamite la OTAN y enfade a Estados Unidos. Y, dado que la administración Trump se opuso a la idea de una Europa fuerte, los europeos ven en la presidencia de Joe Biden un posible apoyo para conseguir dicha autonomía.

Pero los europeos no deberían caer en la tentación de actuar como si Trump no hubiera existido. El trumpismo va a perdurar, y los europeos no pueden estar seguros de si el sucesor de Biden en la presidencia permanecerá comprometido con la seguridad de Europa, lo cual ha venido poniéndose de manifiesto desde la administración Obama.

Evidentemente, una Europa más capaz militarmente, probablemente, implicará un grado de divergencia entre europeos y norteamericanos, especialmente en asuntos de industria militar, incluida una disminución de la compra de equipos estadounidenses. Pero esto debería ser un precio que valga la pena pagar por Washington: una Europa más autosuficiente aligeraría la carga sobre Estados Unidos y sentaría las bases para una renovada asociación transatlántica de seguridad tras las tensiones de la era Trump.

Los europeos deben aceptar una mayor responsabilidad respecto a su propia seguridad, no porque Estados Unidos les pida que lo hagan, sino porque es en su propio interés. Tengamos presente que el más que probable consenso bipartidista de fondo en Estados Unidos para contrarrestar la influencia china y limitar su participación militar en Oriente Próximo significa que las futuras administraciones de Estados Unidos mantendrán su foco fuera del Viejo Continente y de su vecindario.

Estados Unidos seguramente continuará asegurando la disuasión convencional y nuclear contra Rusia y, eventualmente, apoyará las operaciones militares europeas con capacidades de las cuales carecen si los europeos intervinieran en un conflicto. No obstante, las prioridades de Washington en la vecindad de Europa no siempre son las mismas que las de los europeos, fundamentalmente en Oriente Próximo y África del Norte. Y, ante esto, los europeos deberán estar dispuestos a hacer más por su propia seguridad.

En términos más generales, la presidencia de Biden ofrece a europeos y estadounidenses la oportunidad de compartir la carga de la seguridad de manera más justa y de superar la toxicidad de la controversia sobre el aporte para sobrellevar la carga.

La presidencia de Biden ofrece la oportunidad de replantear la alianza transatlántica con más responsabilidad y autonomía estratégica para los países europeos

La seguridad europea implica un conjunto de cuestiones mucho más amplio que las de si cada país gasta el 2% del PIB en defensa o el número exacto de tropas y activos estadounidenses que tienen su base en Europa. El reparto de cargas abarca la preparación y la formación, los acuerdos de control de armamentos, las inversiones en movilidad militar en Europa, la capacidad de contrarrestar tanto amenazas híbridas como terrorismo y los esfuerzos para estabilizar los países vecinos de Europa.

En definitiva, el ingrediente clave de una nueva división transatlántica del trabajo sería una Europa más capaz y dispuesta. Así, los europeos invertirían mejor en su propia defensa y asumirían una mayor responsabilidad al abordar los desafíos transatlánticos compartidos. A la vez, podrían manejar las crisis en la vecindad de Europa por sí mismos o con cierto apoyo de Estados Unidos.

Europa debe asumir responsablemente su mayoría de edad y la construcción de su autonomía estratégica, por el bien de los europeos y de quienes en ellos confían.

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