Nieve de Andorra

Opinión
'Nieve en Andorra'
Pixabay

En invierno solíamos ir una semana a la nieve: a Andorra. Nos tirábamos en trineo y, más crecidos, intentamos esquiar. Ahí mi hermana tenía cierta habilidad, sobre todo frenando haciendo cuña, que le salía bien casi siempre. Digo casi porque una vez bajó una ladera algo acelerada, empezó a girar los piececitos hacia dentro que parecía necesitar plantillas, mi tío se puso al final en plan Guardia Civil de Tráfico para frenarla y cuando vio la velocidad que había pillado, se apartó imagino que al pensamiento de ‘que sea de ella lo que Dios quiera’. Lo mismo le pasó a mi padre, que nos contó que de joven había esquiado, y cinco minutos después estaba girando sobre sí mismo como una peonza con la mirada perdida. Yo lo dejé a la quinta caída, cuando me sonaron huesos desconocidos. Y viendo el panorama desde la terraza del bar, me conformé con pensar que al menos no nos sacaban en el ‘Hola’.

Es por eso que me cuesta mucho pensar en Andorra como paraíso fiscal, cuando para mí es un recuerdo de unos días preciosos y de unos golpes tremendos. Y me dio mucha pena estos días en los que Filomena arrasó y yo estaba preocupado por si la nieve me haría una gotera o si me fastidiaría la unidad exterior del aire acondicionado, cuando hace 20 años era incapaz de imaginar que la nieve pudiera tener algo malo. Y, de hecho, todo el ruido que se ha montado con la huida de los youtubers a Andorra para pagar menos impuestos, me ha parecido también generacional. No porque su decisión esté bien, siendo un ejemplo de egoísmo y sobre todo, una derrota nacional al no haber explicado a chavales de esas generaciones que los impuestos son, simplemente, estado del Bienestar. Pero sí es cierto que la corriente de deportistas y empresarios que sabemos que viven fuera para tributar menos es larga desde hace años. Sin embargo, a su vez son los tipos que las generaciones precedentes admiramos, a los que les hemos consentido todo por lograr una gloria individual que pensábamos que nos hacía más colectivos, más país, mejores. Era al revés, nos equivocamos y esos críos del YouTube lo aprendieron de nosotros. Y ahora hablamos de generaciones perdidas, como ajenos a una actitud que también es la nuestra, pero que a ellos no les consentimos porque no entendemos su éxito ni nos sentimos parte de él.

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