Por
  • Ana Alcolea

Hielo

Opinión
'Hielo'
Pixabay

Que las apariencias engañan es algo que aprendimos en los años en los que las madres nos advertían sobre todos los peligros, los del presente y los del tiempo futuro. Entonces, la piel de los corderos podía esconder a lobos hambrientos y crueles, y quien bien te quería te hacía llorar. Nunca creí lo que rezan los refranes. Sobre todo porque hay refranes para una cosa y para su contraria. La sabiduría popular ha creado paradojas a lo largo de los siglos y es evidente que podemos arrimar el ascua a nuestra sardina como mejor nos conviene. Llega febrero y el refranero dice que cada uno de sus días es peor que el anterior. Como la frase invita a caer en una depresión, agarramos con uñas y dientes el hecho de que los perros buscan la sombra en febrero porque el sol comienza a calentar y los días alargan más de una hora para san Blas. Ayer, san Blas y mañana, santa Águeda. Como los santos de hoy no son tan famosos, podemos elegir entre san Gilberto, santa Juana o san Aventino. Si no nos conviene uno, tenemos otro. Adaptamos al santo y lo que haga falta.

Las calles del barrio que me acoge están nevadas. El fulgor de la luna ilumina los copos que caen silenciosos. La noche es casi tan blanca como en verano. Por la mañana, la nieve se ha convertido en hielo y la belleza deja de ser amable. Solo puedo caminar si me pongo crampones en las botas. Ya no hay silencio y el hielo se rompe bajo mis pisadas. ¿Era esto romper el hielo? ¿O solo es un engaño, un hechizo más de la luna y de las palabras?

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