Disentir y disidir

Opinión
'Disentir y disidir'
Heraldo

Buscaba en el diccionario la palabra ‘disidencia’ y me topé con el verbo ‘disidir’ –separarse de la común doctrina, creencia o conducta–. He de reconocer que en más de una ocasión tengo que acudir al diccionario. No siempre estoy seguro del significado ortodoxo e instituido de las palabras. Para resolver dudas suelo utilizar el de la Real Academia Española de la Lengua (RAE). Su versión electrónica, disponible en internet, es una herramienta maravillosa. Es el repositorio donde van sedimentándose las voces de nuestra ‘sociedad’. Es la referencia. Y es el lugar donde reconocer la propia ignorancia, pues en ocasiones busco vocablos que no encuentro y otras encuentro sorpresas que no conocía.

De niño soñaba con saberme todas las palabras. Imaginaba que si una persona las tiene todas en su cabeza se lo sabría todo. Pero si todo es todo, es mucho más de lo que cabe en un cráneo. Esa es una ocurrencia que me sigue haciendo cavilar. Pues, además, pensaba que dominando las palabras, siempre tendría las más adecuadas para explicar y conocer con precisión el mundo circundante e incluso a mí mismo. En cierto modo, las palabras son el fórceps con el que desentrañar la realidad y su sentido. Son también un bisturí con el que incidir en la vida cotidiana y en la propia conciencia. Son un bálsamo con el que curar heridas, más eficaz que muchos medicamentos. Son un arma política, más peligrosa para los poderosos que muchas balas. Y si se convierten en poesía, están cargadas de futuro, como escribió Gabriel Celaya.

Con el tiempo, he comprobado que las palabras tienen su propia vida. Están antes de uno, pero también se pueden transformar y olvidar. Se usan y desusan, tanto como se gastan los nombres al nombrarlos. Se puede jugar con ellas y sirven para muchas cosas. También descubrí de bien ‘chicorrón’, con mi padre, que en nuestra casa y ‘redolada’ teníamos voces que no constaban en la RAE ni en el ‘mariamoliner’. Descubrí la diferencia entre hablar bien y mal; no tanto por usar vocablos soeces, sino por ‘charrar’ lo que no estaba reconocido oficialmente. Luego supe poner nombre a esa diglosia. Hasta gocé registrando voces de mi padre para convertirlas en palabras del diccionario de Andolz. El aragonés también tiene sus diccionarios.

En los tiempos que corren, cada vez es más complicado salirse del rebaño

Descubrí, después, la diferencia entre hablar y escribir, entre lenguaje y pensamiento. Y cuando fui consciente del comienzo del evangelio de Juan, me fascinó: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron". ¿Qué quería decir?

Quizá sirva lo que escribe Bernard Scott: «Al principio, el Señor dijo: “Que se haga la luz y se hizo la luz”. En el principio, Heinz von Foerster dijo: “Hágase la vista” y hubo luz. El físico dijo: “En el principio, fue el big bang”. El cibernético dijo: “Cuéntame una historia que explique cómo es que puedes contarme una historia sobre el big bang o, llegado el caso, cómo es que puedes contarme una historia”». Ni ahora, con más años y vocabulario, tengo una respuesta completa. Pero sí sé que siempre hay otra perspectiva y que uno es responsable de la que adopta. También sé que solo con las palabras no es suficiente, ni para pensar, ni para vivir. Hace falta obrar, hacer, actuar. Y sentir. Pero cuando se siente también se disiente –no ajustarse al sentir o parecer de alguien–. Esa pensaba que era la fuente de la disidencia. La RAE mostró mi error. Me queda la duda de cómo encajar ese desajuste. ¿Como ‘disintiencia’?

Y menos divergir de quienes rezuman por sus manos el sudor
de la intransigencia y de la intolerancia

En los tiempos que corren, cada vez es más complicado salirse del rebaño. Y menos divergir de quienes rezuman por sus manos el sudor de la intransigencia y de la intolerancia. Esos tipos que les bailan el agua a los poderosos y se encarnizan con el resto, reproduciendo la lógica del amo y el esclavo. Olvidando que su soberbia les hace imprudentes y obscenamente incompetentes. Como me avisa un amigo: "Cuida con lo que escribes que te lo cobrarán".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión