Veinte mil vacas

Imagen de archivo de una vaca en el valle de Hecho.
'Veinte mil vacas'
Laura Uranga

Los gobiernos de 174 países, incluido el nuestro, alcanzaron en 2016 un compromiso histórico contra el cambio climático. Tal es la emergencia que, en su primer día de mandato, el nuevo presidente de Estados Unidos volvió a adherirse a dicho acuerdo después de que su predecesor cometiera el despropósito de abandonarlo. En el contexto de tan ambicioso esfuerzo, pagado con el dinero de todos, no se entiende la puesta en marcha de iniciativas que claramente contravienen lo allí pactado, como la macrovaquería de Noviercas, en Soria, que se convertiría en la mayor de Europa. Al tiempo que Francia clausura una famosa granja conocida como "de las mil vacas", se afianza aquí un proyecto para la explotación de más de veinte mil cabezas de vacuno, cuyas deposiciones irían a parar, sobre todo, a aguas aragonesas. La sostenibilidad pasa por cambiar nuestras pautas de consumo y los modelos de producción agrícola, pero, en lugar de velar por el bien común, tropezamos con la misma piedra.

Está demostrado científicamente que la ganadería intensiva es un foco de contaminación y epidemias, de las que, supuestamente, deberíamos haber aprendido un rato largo. A primera vista, pinta mal para el futuro de los pequeños productores de la comarca del Moncayo; un poco más allá, es un atentado contra el ecosistema y, por lo tanto, contra todo. La consecución de nuestro bienestar y necesidades actuales no debería poner en riesgo la existencia de generaciones futuras. Que el legado para nuestros hijos no sea caca de vaca.

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