Cuando se cumple un año del primer caso de covid-19 diagnosticado en España, y a la luz de lo ocurrido después, no deja de sorprender la falta de reacción que en ese momento hubo en nuestro país. La principal autoridad en salud pública quitó importancia a la amenaza y el Gobierno tardó un mes y medio en hacerse cargo de la situación. Fue el primero de una cadena de errores que agravó las consecuencias de la pandemia.

Mientras la opinión pública española seguía, con asombro, la construcción en China de un hospital con mil camas en solo diez días, las autoridades sanitarias españolas pensaban que el nuevo coronavirus detectado en Wuhan apenas afectaría a nuestro país. Es significativo que, el mismo día en que un turista alemán era diagnosticado de la enfermedad en la Gomera, el 31 de enero de 2020, el director del Centro de Emergencias y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, valorase que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado». La tardanza en comprender las repercusiones que podía tener la covid-19 hizo que se perdiera un mes y medio que hubiera podido ser decisivo para contener la transmisión del virus y para preparar el sistema sanitario y a la población para hacerle frente. Un año después, España ha registrado más de 2.700.000 contagios, aunque los reales superarán con seguridad el doble, y ha sufrido un exceso de fallecimientos de más de 80.000 personas. La causa de esta tragedia está en la facilidad de transmisión y la virulencia del virus, pero los errores en la gestión de la pandemia, empezando por aquel retraso, han contribuido a empeorarla. Mirando al futuro, es obligado que la sociedad española y sus dirigentes extraigan las lecciones adecuadas. Y que acierten en este momento a tomar las mejores decisiones para, mediante la prevención y la vacunación, superar cuanto antes esta dramática etapa.