opinión

Vocaciones empresariales

En medio de una crisis económica como la actual, vale la pena poner en valor el arrojo de quienes mantienen sus negocios o ponen en marcha nuevos.

Ser empresario tiene sus riesgos.
Ser empresario tiene sus riesgos.
Krisis'21

Reconoce la consejera de Economía, Planificación y Empleo del Gobierno de Aragón, Marta Gastón, que quienes crean riqueza y puestos de trabajo son las empresas. Parece una obviedad, pero ella lo ha repetido mucho en los últimos meses al hablar de la crisis económica en la que estamos inmersos como consecuencia de la pandemia del coronavirus. Porque cuanto más debil se ve el tejido empresarial, más paro se genera, y eso hay que intentar frenarlo como sea, mientras los funcionarios –que están pasando lo suyo, no olvidemos, especialmente si pensamos en los sanitarios– mantienen sus puestos sin peligro a ser despedidos.

Merece la pena realizar estas consideraciones para poner en valor el arrojo de esos empresarios que mantienen sus negocios contra viento y marea, haciendo malabares con sus cuentas y gestionando la desgracia con trabajadores que entran y salen de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Pienso en los dueños de bares, restaurantes y establecimientos turísticos que abren y cierran sus espacios para adaptarse a las restricciones impuestas mientras confían en que la covid-19 sea controlada para recuperar algo del terreno perdido, siempre que sus finanzas le hayan permitido sobrevivir a este tsunami.

«Es que no sé hacer otra cosa, solo pedimos que no se nos criminalice», he oído decir a algunos hosteleros después contar cómo han tenido que adoptar todo tipo de medidas para conseguir ofrecer a sus clientes espacios más seguros.

En otros sectores de actividad hay otros muchos aragoneses que se muestran inasequibles al desaliento. El suplemento Economía & Negocios de este diario recogía ayer ejemplos de emprendedores en ámbitos digitales, con una peluquería, una consultora de compraventa de empresas, una pizzería o un servicio integral en cuidados a personas empresas y dependientes.

Días antes reseñamos también en nuestras páginas el proyecto empresarial de un aragonés que fue directivo de la multinacional alemana Teka y ha creado en Zaragoza Jeelperg, una compañía del ámbito de los electrodomésticos que ha empezado a fabricar en una planta de Tudela (Navarra) de la firma Tasubinsa vitrocerámicas de la marca alemana Exquisit. Los aparatos se diseñaron en pleno confinamiento, con muchas reuniones a través de videoconferencia, antes de llevarlos al laboratorio y ser correspondientemente testados.

Otro ejemplo reciente es el de Mario Ruiz, un ingeniero zaragozano que ha abierto en el polígono Plaza una filial del grupo turco Arkel, fabricante de componentes para ascensores. Con mucha experiencia en el sector –trabajó en el grupo Wittur– este aragonés ha visto posibilidades a un nicho de negocio con futuro, el del transporte vertical, y ya está creando nuevos empleos.

En el mismo suplemento económico de ayer Javier Marín, que fue consejero delegado del Santander y ahora lo es de Singular Bank, reconocía que podía haberse retirado cuando salió del grupo financiero español líder, pero que «no quería».  «Me puede el espíritu», añadía.

Es ese el espíritu, llamémosle vocación, el que impulsa a muchos hombres y mujeres en Aragón a levantar todos los día la persiana (real o figurada) con empresas que hacen marca y reflejan el espíritu dinámico de una sociedad viva y con futuro. Unos lo harán bien y otros lo harán mal, pero para nadie es fácil sacar adelante su actividad en medio de un panorama como el actual, marcado por prohibiciones, restricciones y otros muchos sinsabores.

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