Antillón y la esclavitud

Estatua de Isidoro de Antillón
'Antillón y la esclavitud'
Laura Uranga

La revista ‘Teruel’ publicó en 1978 un número extraordinario para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Isidoro de Antillón en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo. Y en esa entrega se recogían, entre otros, los trabajos que sobre él escribieron Eduardo Hernández y Ferrer y Ricardo Beltrán y Rózpide. El primero se ocupó de su biografía, que permaneció inédita hasta 1903, y estudió, en el archivo de la casa de Antillón, la correspondencia que éste mantuvo con sus padres durante toda su vida, por lo que su estudio, fechado en 1867, analizaba aspectos íntimos del aragonés y profundizaba en los más mínimos detalles; y Beltrán, que pudo conocer la biografía de Hernández gracias a Domingo Gascón y Guimbao y Severiano Doporto, le dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, en 1903, y estudió al Antillón geógrafo, al historiador y al político. Me interesé en su día por el Antillón geógrafo a través de un libro de Agustín Hernando (‘Perfil de un geógrafo: Isidoro de Antillón 1778-1814’) publicado por la IFC en 1999, en el que figuran identificados y descritos todos los mapas que dibujó y se reedita el discurso de Beltrán y Rózpide, y compré por entonces algunas de sus ‘Geografías’ (las de 1804, 1806, 1811, una tercera edición de 1824 de su Geografía de España y Portugal…). Pero antes ya me había acercado a Antillón en su condición de historiador y político, pues fue también un importante político liberal –"reconocido e impetuoso", lo llamó Carlos Forcadell– que llegó a ser diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz de la mano de su protector, Jovellanos, a quien le dedicó unas ‘Noticias históricas de don Gaspar Melchor de Jovellanos’, libro del que existe una edición facsímil que ordenó imprimir la Universidad de Valencia en 1994. Un año más tarde, en 1995, José M.ª de Jaime Lorén publicaba en el Centro de Estudios del Jiloca un nuevo libro sobre Antillón, ‘Isidoro de Antillón y Marzo. Nuevas noticias’, que incluía algunos nuevos datos sobre la polémica que mantuvo con Manuel Traggia, su faceta de introductor del liberalismo en Mallorca o la edición facsímil de la ‘Oración fúnebre’ que le dedicó en Santa Eulalia el 4 de mayo de 1821 el Dr. D. Carlos Marzo y Martín, publicada en Valencia en 1822.

Fue Isidoro de Antillón, además de un político impetuoso, geógrafo e historiador

Con todo, lo que más me atrajo de Antillón fue su faceta antiesclavista y las circunstancias de su muerte. En Palma de Mallorca, en 1811, publicó su ‘Disertación sobre el origen de la esclavitud de los negros’, impresa por el aragonés Miguel Domingo. De una reedición valenciana de 1820 hay facsímil preparado por José M.ª de Jaime en 2006. Antillón exigió la abolición de la esclavitud medio siglo antes de que la pidieran otros muchos, por lo que puede considerársele uno de los grandes precursores del antiesclavismo. Esa disertación, que fue leída por su autor en la Real Academia Matritense de Derecho Español y Público en 1802, contenía tres propuestas: que los gobiernos de Europa dieran libertad a los esclavos negros, que el tiempo y las circunstancias en los que se concediera esa libertad se fijaran de acuerdo con esos gobiernos, y que la abolición de la esclavitud no impidiera el desarrollo de nuestras colonias. En abril de 1811 las Cortes de Cádiz admitieron esas tres propuestas y crearon una comisión especial para la abolición gradual de la esclavitud, prohibiendo el comercio de esclavos, señalando que los hijos de éstos nacían ya libres, y que aquellos que permanecieran de momento como esclavos recibirían el mismo tratamiento que los criados libres y percibirían un salario adecuado. Todo gracias a Antillón.

Pero atrae sobre todo su faceta como precursor de la abolición de la esclavitud

Las circunstancias de la muerte de Antillón en 1814, a los 36 años, son conmovedoras. En noviembre de 1813 sufrió un atentado al salir de las Cortes y el 3 de diciembre escribía a su madre: "estaba ya, madre mía, muy acabado de salud con el trabajo de tantos meses; pero después de los golpes que me dieron en la cabeza, mis males se descubren más claros". Para reponerse, se retiró a Mora de Rubielos, donde residía un tío suyo. Allí tuvo noticia de la orden de arrestar a los diputados liberales, entre ellos a él. En Mora fue detenido y trasladado a Teruel. Ya muy enfermo pidió que lo llevaran a Santa Eulalia y allí murió, acompañado de su desconsolada madre. Pero aún no había terminado todo. En 1823 una partida de realistas entró en Santa Eulalia, destruyó el sepulcro de Antillón, llevó la urna con sus restos hasta la plaza y los arrojó a una hoguera, aventando después sus cenizas. El odio siempre presente en la historia de España.

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