Por
  • David Serrano-Dolader

Presencialidad pandémica

Imagen de archivo de un colegio
'Presencialidad pandémica'
Pixabay

Cuando llueve, no lo hace a gusto de todos. En un país en el que una misma persona cree ser experta tanto en la cría de caracoles como en los procesos electorales de Nigeria, buscar consensos parece una tarea condenada al fracaso. Somos el único país en el que, si estuviera permitido, los ajedrecistas pedirían que sus peones fueran violetas o verdes o naranjas… o multicolores. Mal augurio para ganar la partida.

¿Qué hacemos, pues, con la presencialidad plena en la docencia de la ESO y de Bachillerato? Simplemente aplicar la lógica y argumentar sin apriorismos ideológicos ni políticos. Vaya por delante que soy partidario de la presencialidad y que he considerado lo que yo denomino ‘teleledocencia’ como un mal necesario en la situación actual. Pero esto no es contradictorio con que tache de auténtica locura que sea justo ahora (cuando los datos de la pandemia son desesperantes) el momento en el que en los institutos se haya decidido –por mandato de la DGA– que hay que volver a la presencialidad al cien por cien en todos los cursos de la ESO y de Bachillerato. El límite es el 8 de febrero pero en muchos de ellos ya se ha empezado con la vuelta escalonada a las aulas y en otros (¡oh, Dios mío!) ya se ha dado el paso de reintegrar al rebaño estudiantil en unas aulas no preparadas para la que está cayendo. Los institutos no cuentan con los medios necesarios para seguir a rajatabla las medidas necesarias. Y es que, cuando se trata de enfermedad y de muerte (y de eso trata la covid), no vale con medio intentar cumplir lo que te marcan que hay que hacer.

La buena voluntad, el trabajo y los esfuerzos de equipos directivos y de profesores atesoran muchas virtudes

Lo reconozcamos o no, todos somos conocedores de que ahora mismo no se puede volver a la presencialidad total. Lo saben: padres, educadores, equipos directivos, expertos de sanidad y… la propia DGA. Otra cosa es que el pensamiento se nos vaya a cuestiones supuestamente prácticas o a futuros votos en posibles procesos electorales.

La honradez honra y, justamente por ello, es plausible que un instituto zaragozano que ha comenzado este mismo miércoles la presencialidad total, lo haya hecho mandando a los padres una circular: "Y ahora, en estos momentos, se nos está imponiendo una vuelta a la presencialidad completa con unos índices de pandemia muy altos y no disponiendo de las medidas adecuadas y seguras". Como padre, me quedo alucinado e impotente: "… dadas las características del centro, es imposible mantener la distancia de seguridad dentro del aula". La buena voluntad, el trabajo y los esfuerzos de equipos directivos y de profesores atesoran muchas virtudes pero, desde luego, no está entre ellas el poder mágico para convertir un metro cuadrado en dos o tres.

Si no hay medidas adecuadas para implementar la semipresencialidad: ¿cómo ha sido posible hasta ahora mismo?, ¿o nos han estado mintiendo desde las altas instancias? Si las hay: ¿qué sentido tiene la vuelta total en estos días que son cumbre, pico y cima de esta escalada alocada? Sencillamente, incomprensible.

Pero, desde luego, no está entre ellas el poder mágico para convertir un metro cuadrado en dos o tres

Como buen español, me lanzo a dar consejos ajedrecistas. Mi peón verde aconseja a los institutos apurar al máximo el regreso a la presencialidad plena hasta el límite permitido: 8 de febrero. Y mi peón rojo aconseja a la DGA ser realista en las decisiones que ha de tomar y no dejar en manos de terceros (institutos sin medios reales) la calibración de plazos, medidas sanitarias o alternativas pedagógicas.

A estas alturas, todos nos conocemos y, cada vez, somos menos los que nos dejamos engañar por medidas no implementables en la realidad y por palabreríos vacuos. Las autoridades deben tomar conciencia de que lo que se quiere que sea posible solo será factible a través de mayor inversión, más atención a los centros de enseñanza, mayores medios técnicos, ratios realmente disminuidas y contratación de profesorado.

El instituto zaragozano al que antes me refería acaba su circular a los padres diciendo: "Queremos impartir una enseñanza segura cumpliendo las medidas sanitarias". Pues eso, nada más que eso. Por desgracia, los docentes todavía no hemos aprendido a ser magos. Como me decía una madre: ¡esto es un sindiós!

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