Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Exiliados de salón

Opinión
'Exiliados de salón'
POL

Carece de rigor elegir la palabra ‘exiliado’ para describir la situación de Carles Puigdemont en relación con el Estado español. El uso que de ella hace el vicepresidente es reprochable porque evoca un exilio con el que no cabe comparación, pero también, y sobre todo, porque no describe la realidad de los hechos y, por lo tanto, tiñe de falsedad el razonamiento en que se utiliza.

La mención genérica a ‘exilio’ evoca en muchos españoles ‘El Exilio’ de republicanos. Usarlo para otro contexto y sin explicaciones previas es una torpeza; para comprobar la malicia de la asociación podríamos hacernos una representación precisa leyendo a Max Aub, el gran narrador de la República, la rebelión, la guerra, el exilio y el retorno de los exiliados socialistas a una España que se iba haciendo burguesa. Pero este uso torpe ya ha sido objeto de réplica suficiente.

Abriré la segunda línea de análisis: la palabra no corresponde con los sucesos y se inserta en unos razonamientos cargados de trampas. No es un error accidental del tipo ‘House Water Watch Cooper’; se ajusta exactamente a una manera de argumentar, característica del dr. Iglesias y sus "devotos" (la devotio ibérica era una forma de fidelidad extrema que vinculaba la vida de los soldados a su caudillo).

El uso que Pablo Iglesias hace de la palabra ‘exiliado’ es reprochable porque evoca un exilio con el que no cabe comparación

Destaco alguna de las malas prácticas que invalidan el razonamiento.

1. El Diccionario de la Lengua Española (DLE) no dice lo que Isa Serra, devota en defensa de Iglesias, le atribuye: ni lo restringe a ‘políticos’, ni habla de la defensa de ideas políticas.

2. El estatus de exiliado tiene recorrido jurídico. Las acepciones del Diccionario en términos técnicos son meras aproximaciones; en nuestro caso las palabras que usa son tan genéricas que no sirven para identificar casos en los que proceda reconocerlo y diferenciarlos de otros viajeros.

3. Como tantas otras veces, el sentido completo desencadenado por una palabra sólo se obtiene integrándola en su contexto de uso. Para entender a quién nos referimos diciendo ‘el emérito’ no acudiremos al diccionario sino que integraremos la palabra en nuestra experiencia; sólo así descodificaremos correctamente y sin esfuerzo el mensaje.

En el uso actual, una situación de exilio sólo es predicable si el alejamiento está justificado por la perversión de la patria que se abandona. El exiliado obtiene acogimiento del exterior porque hay terceros que entienden que la defensa de los valores sociales o políticos del que acoge, es allí motivo de persecución con consecuencias graves y verificables.

Sobre todo porque no describe la realidad de los hechos y, por lo tanto, tiñe de falsedad el razonamiento en que se utiliza

El vicepresidente sólo puede hablar de exilio si comparte la tesis de España como democracia corrupta, Estado fallido, gobiernos tardo franquistas y lindezas de ese tipo. La palabra se elige para proporcionar una capa de dignidad y nobleza a los huidos, adquirida mediante el precio de arrojar un montón de estiércol sobre España y su sistema político.

4. Falseamiento por truncamiento: una vez más hace una narración incompleta de los hechos. Las acciones judiciales no se fundamentan en una opinión sino en una legislación. Las hemerotecas están llenas de escritos radicalmente independentistas y sus autores no reciben ninguna citación. Pero cuando una opinión se publica en el Diario Oficial cambia su naturaleza y se hace ley o norma jurídica. No se investiga la ilegalidad de la opinión, sino de una legislación y actos derivados. Hay que contarlo todo; hay que presentar los actos en su recorrido total sin omitir este tipo de detalles.

5. Finalmente, la descalificación del argumento por la fuente. Le hemos visto, con su ceño siempre fruncido, rechazar las críticas recibidas por su discurso sin refutarlas, simplemente afirmando que sus críticos están contaminados por haber sido contacto próximo de la derecha o esos oscuros artífices del poder.

En mis cursos arranco la exposición de la Ilustración con el cuadro de Lemonnier que representa el Salón de Madame Geoffrin: Barones, Marqueses, Condesas... jugando a los antisistema. El presidente depuesto, representando en los confortables salones de Waterloo el papel de héroe nacional que ha sacrificado su vida por sus ideas (Iglesias dixit). Me esfuerzo, pero no consigo encontrar correspondencia con el final miserable de Antonio Machado en la pensión de Colliure.

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