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  • Heraldo de Aragón

Nueva etapa para EE. UU. y para el mundo

Momento del juramento de Biden
Momento del juramento de Biden
KEVIN LAMARQUE

La más antigua democracia del mundo ha dado muestra de la fortaleza de sus instituciones. Su sistema de contrapesos ha resistido el embate del trumpismo, tan populista como polarizador. Apenas dos semanas después de que el Capitolio fuera asaltado por una turba instigada por Donald Trump, Joseph Biden ha tomado posesión como nuevo presidente del país con normalidad institucional, aunque entre grandes medidas de seguridad por posibles altercados y por la covid. A partir de ahora comienza una nueva etapa tanto para la primera potencia mundial como para el inestable escenario internacional. La labor de reconstrucción interna, con una nación dividida en dos partes, será ardua. No lo será menos en el exterior la reactivación del entendimiento y la cooperación. Ambos objetivos son esenciales.

Joseph Biden es ya el 46º presidente de Estados Unidos. Desde hoy, como máximo representante del poder ejecutivo tiene que hacer frente a los retos de superar una de las etapas más oscuras del país y de cerrar heridas en la sociedad norteamericana. Los legítimos representantes de la soberanía nacional y los jueces han resistido las presiones de Trump para anular la limpia victoria electoral del candidato demócrata. Ahora, mientras se sigue buscando a los culpables por los sucesos ocurridos el pasado 6 de enero e investigando las posibles responsabilidades del presidente saliente, el nuevo inquilino de la Casa Blanca debe hacer lo que no hizo su antecesor: gobernar para todos los estadounidenses. Esa idea de unir al país y la de seguir adelante dejando de lado la manipulación a través de la información falsa han sido mensajes centrales en su primera intervención como mandatario. «Debemos abandonar la cultura donde los hechos se falsean y manipulan», ha dicho para marcar distancias.

La llegada de Joseph Biden pone fin a una etapa negra para EE. UU., pero las causas profundas que auparon a Trump hace cuatro años siguen presentes, como lo demuestran los más de 74 millones de votos que obtuvo en las elecciones de noviembre. El republicano supo movilizar en 2016 la frustración de muchos ciudadanos a base de mentiras y mensajes populistas. Su toxicidad y su desvergüenza han quedado al descubierto, pero las clases medias necesitan que el nuevo presidente reactive los principios de justicia, moderación y cooperación que caracterizan al modelo democrático liberal. Lo mismo espera, y necesita, la comunidad internacional. Washington debe recuperar los históricos lazos con Europa y el resto de las democracias para volver a ser uno de los pilares del concierto liberal internacional frente a la pujanza de dictaduras y pseudodemocracias.

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