La madera de los montes Universales
Ha surgido una protesta ciudadana en redes sociales y medios de comunicación acerca de un aprovechamiento de madera de pino albar que se realiza en el Monte de Utilidad Pública n.º 12 de los de la provincia de Teruel, denominado ‘Vega del Tajo’, situado en el término municipal de Albarracín y propiedad de la Ciudad y la Comunidad de Albarracín, aprovechamiento que está expresamente planificado en el vigente Proyecto de Ordenación del monte. A petición de la Comunidad de Albarracín, el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón ha emitido un detallado informe técnico acerca de la bondad de los aprovechamientos de madera previstos en dicho Proyecto. El texto íntegro está disponible en la página web de nuestro Colegio, pero queremos exponer algunas de sus conclusiones.
La ordenación de montes surge en Alemania en el siglo XVIII y se implanta en nuestro país en 1848, cuando se crea la primera escuela de Ingenieros de Montes española. Esta ciencia, que ha cumplido casi 175 años en España, surgió para aprovechar los productos forestales, y en especial la madera, sin agotarlos, y vino a poner orden a las cortas que hasta entonces se habían hecho de forma indiscriminada y no científica. Se basa en Proyectos de Ordenación de Montes (POM), documentos técnicos minuciosos que están establecidos como obligatorios en la legislación vigente para aquellos montes que (como el que nos ocupa) tienen un especial valor ecológico. La Comisión Europea (en su reporte técnico 2015-088) ha subrayado el valor de la ordenación de montes como herramienta para la conservación de sus ecosistemas; y lo que es más importante: ese valor lo ha demostrado la experiencia, ya que hay miles de montes en España que, gracias a su ordenación, han llegado a nuestros días con unos valores naturales que han propiciado que sean declarados espacios protegidos.
Albarracín, no supone ningún daño ecológico
En el monte que nos ocupa, hay un POM vigente desde hace 45 años, cuya última actualización fue aprobada por el Gobierno de Aragón en 2015 con todos los requisitos formales exigidos por la normativa, y siguiendo el proceso de participación social previsto. Además cuenta con certificación de gestión forestal sostenible emitida por una entidad independiente (PEFC-España) que ha hecho su última auditoría externa, con resultado plenamente favorable, en 2020. Por tanto, el pinar que hoy vemos no es una foto fija perfecta resultado de la evolución natural de una masa virgen intocada, sino el resultado de una larga intervención por parte del hombre. Con arreglo al POM y a sus sucesivas revisiones y actualizaciones se han cortado en este monte, en los últimos 57 años, más de 98.000 metros cúbicos de madera de pino, lo cual no solo no le ha hecho perder valor, sino, al contrario, ganarlo: el pinar se halla en su mejor momento de los últimos 70 años, con máximos históricos en cuando a superficie, número de árboles y cantidad de madera.
¿Cómo es que ha mejorado el monte cortándose tantos árboles? Porque la ordenación es una ciencia biomimética, que mejora la masa imitando los procesos naturales de muerte del arbolado, pero de una manera planificada y más eficiente, y produciendo al mismo tiempo beneficios económicos. Así, se cortan los peores árboles, concentrando en los mejores los recursos del medio, lo que crea una masa no solo más productiva en madera, sino en biodiversidad y servicios ecosistémicos. Y cuando los mejores árboles llegan a entre 120 y 150 años de edad (plazos muy largos), pasan a ser ‘madres’: se regenera el pinar, abriendo claros en la masa en los que nace de manera natural, de las semillas de esas ‘madres’, una nueva masa pujante y sana.
En cambio, la ausencia absoluta de cortas conduce a las masas forestales como la que nos ocupa hacia su colapso general: una masa vieja, agotada, sin capacidad de regeneración natural y con riesgo para la conservación de las especies de fauna y flora asociadas al ecosistema bosque. El informe de nuestro Colegio profesional recoge ejemplos concretos, en ese sentido, en la misma provincia de Teruel. Es más: cortar solo árboles moribundos o secos disminuye la biodiversidad, porque causa daños a muchas especies (de aves, de insectos, de líquenes) que los usan como hábitats. He aquí como una opinión bienintencionada, pero poco informada, acaba atacando los mismos valores naturales que pretende conservar.
También se critica que las cortas se hagan con procesadoras sobre tractores forestales, cuando son máquinas de uso general en toda Europa y en toda España desde hace más de 35 años, y que presentan notables ventajas ambientales. La literatura científica prueba que los impactos de estas máquinas son aceptables, siempre que se usen en pendientes como las que hay en la gran mayoría de este monte. Obviamente, en el instante en que se hacen las cortas, un observador desconocedor de las ciencias forestales puede quedar desagradablemente impresionado, pero lo mismo le sucedería si, ignorando todo sobre cirugía, entrara en una operación: quedaría horrorizado, consideraría todo una carnicería y acusaría a los sanitarios de torturadores. Pero ya sabemos que el resultado suele ser un éxito y el paciente acaba saliendo por su propio pie del hospital. En el caso de las cortas de arbolado, los supuestos ‘destrozos’ quedan mitigados al poco tiempo por la naturaleza y con la ayuda de los profesionales forestales.
Por tanto, en esa masa resulta imprescindible la realización de cortas de arbolado vivo, tanto para mejorar la masa como para regenerarla. Es perfectamente posible la producción maderable que está prevista en el POM sin riesgo alguno para la masa ni el ecosistema. Si aun después de saber esto, hay quien siga rechazando la corta de árboles, es que se halla en el ámbito de las creencias, no de los hechos científicos, lo que pondría en evidencia la falta de una verdadera educación ambiental que explique que la conservación de la naturaleza pasa por su aprovechamiento racional, no por su sacralización. El POM es el mejor garante de que el monte permanecerá y proporcionará en el futuro múltiples servicios ambientales, económicos y sociales no solo a sus propietarios, también al resto de la sociedad. Más de un siglo de gestión forestal lo evidencia en todo el mundo desarrollado.