Un tiempo cultural infructuoso
De las crisis mayores (se dice) también salen cambios a mejor, avances sociales. Pero, por ahora, más allá de algunos destellos de solidaridad y de la renuncia a los castigos económicos a la población que se preconizaban en 2008, nada bueno ha traído la pandemia de la covid-19. Ni siquiera en la cultura, donde el magma de la transformación suele aflorar primero. No se adivinan todavía grandes novedades intelectuales o estéticas: lo ‘retro’, el regodeo en el pasado, el bucle de revisiones de décadas anteriores, por fin se están agotando, pero aún dan sus últimos coletazos como tendencia más común. Y lo que haya de venir permanece como una incógnita, incluido todo el fruto de estos meses pasados de confinamiento e introspección, cuando hubo tanto tiempo sobrevenido para la invención y la producción artísticas y tantos elementos disruptivos para estimularlas.
El momento ya no es de estupor pero sigue siendo de parálisis, si no de regresión. En los círculos creativos y también en los circuitos de exhibición. Con programaciones de presentaciones, congresos, ciclos de todo tipo y festivales sostenidas con alfileres o enterradas nuevamente para este 2021. O con fenómenos que eran impensables hace un año como el cierre acelerado de multicines en los centros comerciales. Apenas algunos museos y galerías, auditorios y teatros mantienen las reuniones en torno a un hecho cultural. Tal y como pintan las cosas, la era de hedonismo que algunos anuncian tras el túnel del coronavirus se va a hacer esperar.