Un tiempo cultural infructuoso

Acción de protesta de trabajadores de la cultura en Zaragoza por la falta de atención en la crisis actual del coronavirus
Acción de protesta de trabajadores de la cultura en Zaragoza por la falta de atención en la crisis actual del coronavirus
José Miguel Marco

De las crisis mayores (se dice) también salen cambios a mejor, avances sociales. Pero, por ahora, más allá de algunos destellos de solidaridad y de la renuncia a los castigos económicos a la población que se preconizaban en 2008, nada bueno ha traído la pandemia de la covid-19. Ni siquiera en la cultura, donde el magma de la transformación suele aflorar primero. No se adivinan todavía grandes novedades intelectuales o estéticas: lo ‘retro’, el regodeo en el pasado, el bucle de revisiones de décadas anteriores, por fin se están agotando, pero aún dan sus últimos coletazos como tendencia más común. Y lo que haya de venir permanece como una incógnita, incluido todo el fruto de estos meses pasados de confinamiento e introspección, cuando hubo tanto tiempo sobrevenido para la invención y la producción artísticas y tantos elementos disruptivos para estimularlas.

El momento ya no es de estupor pero sigue siendo de parálisis, si no de regresión. En los círculos creativos y también en los circuitos de exhibición. Con programaciones de presentaciones, congresos, ciclos de todo tipo y festivales sostenidas con alfileres o enterradas nuevamente para este 2021. O con fenómenos que eran impensables hace un año como el cierre acelerado de multicines en los centros comerciales. Apenas algunos museos y galerías, auditorios y teatros mantienen las reuniones en torno a un hecho cultural. Tal y como pintan las cosas, la era de hedonismo que algunos anuncian tras el túnel del coronavirus se va a hacer esperar.

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