Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

¡Viva la ciencia!

En primer plano, representación de la proteína S (‘spike’) que el SARS-CoV-2 presenta en su superficie. Es la llave de entrada a las células humanas y en ella se centran las primeras vacunas.
'¡Viva la ciencia!'
NIAID

Pese a todo lo que estamos sufriendo y los errores cometidos, los avances en la investigación biomédica de las últimas décadas nos han permitido estar mejor pertrechados frente a la covid-19. ¡No puedo ni imaginarme cómo hubiera sido esta pandemia hace veinte años!

Parece una eternidad pero fue hace solo un año, el 10 de enero de 2020, cuando el mundo supo que la neumonía de origen desconocido de Wuhan (ahora covid-19) estaba causada por un coronavirus. En apenas diez días se había identificado al agente causante y se dispuso de su secuencia genética, lo que permitió empezar a hacer pruebas diagnósticas (como la hoy famosa PCR) y diseñar vacunas. Algo que para otras enfermedades se había llevado años pudo hacerse en días. En doce meses hemos aprendido mucho gracias a un esfuerzo heroico de los sanitarios y a una respuesta global sin precedentes de la ciencia. ¡Viva la ciencia!

Pero la ciencia, en todo el mundo, todavía requiere de la perseverancia y el esfuerzo de personas infatigables. Como la bióloga húngara Katalin Karikó, que estuvo décadas trabajando sin apoyos en la tecnología que sienta las bases de las vacunas de Pfizer (Biontech) y Moderna, ahora aprobadas y que van a ayudarnos a combatir esta pandemia. ¿Cúantas ideas como la de Karikó se han perdido por no tener ayuda? Debemos convencernos de que investigar siempre es rentable, que no hay que buscar un ‘para qué sirve’, que nos servirá cuando menos lo sospechemos. Apoyemos la investigación. ¡Viva Katalin Karikó! ¡Viva la ciencia!

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