Por
  • José Badal Nicolás

¿Pronosticar los terremotos?

No es posible saber cuándo ocurrirá un terremoto.
No es posible saber cuándo ocurrirá un terremoto.
HERALDO

La pregunta es ya habitual, reiterativa, alentada por el afán de saber si, por fin, el ser humano ha conseguido domeñar la naturaleza, en este caso la sismicidad natural, hasta el punto de poder predecir el lugar y el momento en el que va a ocurrir un seísmo. La respuesta siempre es la misma: no. Por desgracia, no podemos predecir cuándo va a tener lugar un terremoto y tampoco su magnitud y su intensidad y el cúmulo de daños que va a ocasionar. El geofísico es un científico, no un visionario o un adivino. A pesar del enorme progreso de la ciencia sismológica en todas sus vertientes y de la actual capacidad para procesar grandes cantidades de datos, estamos muy lejos de alcanzar una meta como esa y muy probablemente nunca consigamos tal objetivo. Esto hay que aceptarlo, aunque ha habido algún político de escaso intelecto empeñado en lo contrario.

Aún recuerdo el caso que nos llegó a los delegados nacionales del Consejo de la Comisión Sismológica Europea, hace algo más de una decena de años, con ocasión del destructivo terremoto de L’Aquila de abril de 2009, de magnitud 6,3, con epicentro en la parte central de la península itálica. El sismo produjo unos tres centenares de muertos y más de un millar y medio de heridos, y miles de personas perdieron sus casas por el colapso de un gran número de edificios. Un hecho desgraciado que tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación de todo el mundo. Pues bien: el gobierno del por entonces primer ministro italiano, el inefable ‘Cavaliere’ Sr. Berlusconi, se empecinó en llevar ante la Justicia a los máximos dirigentes del Istituto Nazionale di Geofisica italiano por no haber sido capaces de pronosticar tamaño temblor de tierra con tan nefastas consecuencias. Había que castigar penalmente a acreditados investigadores por su imperdonable pecado de no vislumbrar a tiempo en su bola de cristal lo que después sobrevino. El caso no pintaba nada bien para los colegas italianos. Nos quedamos todos estupefactos y redactamos una carta (que firmamos todos los delegados europeos) en descargo de las infundadas acusaciones, explicando (con otras palabras) que, aunque pueden adornarnos muchas virtudes, los geofísicos todavía no hemos alcanzado la plena iluminación hasta el punto de verlo todo y de saberlo todo. Tras no pocas vicisitudes, finalmente el caso no prosperó y mis colegas conservaron su empleo, porque su prestigio nunca fue puesto en duda, salvo por ignorantes con poder, que es algo tremendamente peligroso.

Por otro lado, aunque fuese posible pronosticar los terremotos, quedarían por resolver numerosos problemas, más relacionados con la logística, como por ejemplo las comunicaciones y el transporte, la evacuación ordenada en grandes núcleos urbanos, el suministro y la distribución de alimentos y ropa, los centros y las medidas para la atención sanitaria de posibles heridos, número de camas de hospital disponibles, provisión de medicamentos, personal facultativo, etc. No son problemas menores, si bien hoy ya se contemplan y hay protocolos de actuación en áreas de fuerte y persistente actividad sísmica.

¿Qué podemos hacer entonces si no somos capaces de pronosticar los terremotos? Pues con carácter general sí podemos avanzar dónde van a ocurrir los terremotos más grandes en el mundo e incluso los de menor magnitud en zonas con una actividad sísmica moderada, como es la península ibérica. Esto es posible gracias al estudio de la sismicidad regional y sobre todo de la peligrosidad sísmica, que es el factor esencial que determina el riesgo sísmico. Para que haya riesgo tiene que existir peligrosidad, además de infraestructuras (líneas de vida, instalaciones industriales o estratégicas, etc.). Sin embargo, un área de elevada peligrosidad, con una densidad de población muy baja, con pocas infraestructuras y edificaciones, apenas si tiene riesgo sísmico. Aclarado esto, lo esencial es investigar y determinar qué lugares presentan una mayor peligrosidad frente a otros, porque esta es la clave que nos permite gestionar los posibles escenarios de impacto sísmico con suficiente solvencia.

Sabiendo que no podemos predecir la ocurrencia de terremotos, pero sí evaluar las zonas con mayor peligrosidad sísmica, habrá que asumir la conveniencia de afrontar este problema con el mayor rigor posible, implementado planes de gestión del riesgo sísmico y dotándolos con los recursos materiales y humanos necesarios y la adecuada financiación. Esto ya se hace en algunas regiones de nuestro país, aunque no siempre con la fiabilidad, perdurabilidad y el respaldo económico deseables.

José Badal Nicolás es catedrático de Física de la Tierra y miembro de la Asociación de Profesores Eméritos de la Universidad de Zaragoza (Apeuz)

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