Por
  • Almudena Vidorreta

Extragenario

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Papá Noel resulta 'extragenario'.
Georgi Likovski / Efe

Mi hija inventa vocablos sobre la marcha para describir experiencias y enfatizar emociones. Hace unos días vio por primera vez a Papá Noel en un trineo tirado por huskies siberianos. Apenas articuló palabra. Al llegar a casa le pregunté qué le había parecido, se detuvo un segundo mirando al infinito y respondió: extragenario.

El 2020 ha sido una montaña rusa en casa, donde la alegría se combinó con la enfermedad, el dolor y la pérdida, como en casi todos los hogares. Sin importar las circunstancias, cada quien ha sufrido las consecuencias de esta pandemia de un modo u otro. Además de la muerte, una de mis inquietudes ha sido perder el lenguaje. Cuando me mudé a Nueva York pensé que no volvería a escribir. Me embargaba la felicidad y, a ratos, el miedo, de manera que por una buena temporada solo fui capaz de producir forzada prosa académica. Volví a tener esa sensación cuando en 2018, después de convertirme en madre, estuve a punto de perder la vida. Entonces me paralizó el silencio que, de ser inesperado, se torna en punzada insufrible, como la ausencia. El año pasado regresó aquella conmoción titubeante, aunque esta vez mi mayor temor fuera la incapacidad de transmitir ilusión a una niña que empieza a nombrar el mundo. Hago balance y observo a esa chiquilla parlanchina que salió de mi cuerpo. No sé pensar más allá de su cara en ese instante en que busca la palabra exacta para describir algo a medias entre genial y extraordinario. Quería desearles adjetivos así. Disculpen la torpeza.

Almudena Vidorreta es profesora en el Haverford College de Filadelfia (EE. UU.)

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