Por
  • Francisco Bono Ríos

Cultura, democracia y... economía

Opinión
'Cultura, democracia y... economía'
Krisis'20

Un economista tiene por costumbre, como es mi caso, escribir sobre los temas que le competen, y por las fechas que estamos es usual hacer balance del año que termina y predicciones del que entra. Pero debo reconocer que, por un lado, se han publicado ya un sinfín de opiniones al respecto y, por otro, es difícil sustraerse a otras cuestiones que se vienen sucediendo recientemente y que producen –al menos me ocurre a mí– honda preocupación en el ciudadano.

Una de esas cuestiones tiene relación con el nivel cultural de nuestra sociedad (eso que venimos llamando ‘cultura general’). Y la preocupación sobreviene no tanto por el tema en sí mismo sino por la repercusión que ello tiene en el tipo y grado de percepción que los ciudadanos tenemos de aquellos ámbitos de los que depende el correcto funcionamiento de una sociedad. Me refiero básicamente a la política y la economía, por citar dos ejemplos relevantes.

Y hablando de la cultura, los temores me asaltan últimamente cuando se me ocurre pararme un rato a observar determinados concursos televisivos en los que se miden conocimientos generales. Así, no hace mucho, pudimos quedarnos boquiabiertos cuando una concursante adulta determinó que el Guadalquivir era el río principal del norte de la península, mientras que otro llegó a la conclusión que Colón descubrió América en el siglo XII. Y no quiero contarles las sorpresas que se escuchan cuando las preguntas tienen relación con monumentos o pintores, universalmente famosos, de tradición religiosa.

Los profesionales de la educación vienen opinando hace mucho tiempo que las últimas generaciones adolecen de graves carencias desde que la aprobación de la Logse y las sucesivas leyes han conformado, poco a poco, unos contenidos educativos bastante mermados en lo sustancial y muy poco incentivadores del esfuerzo. Eso sí, ante la resignación y perplejidad del sufrido profesorado y, simultáneamente, contando con la aquiescencia de unos cuantos colectivos y la indiferencia de muchos padres.

Esto viene a cuento, naturalmente, de la reciente aprobación de otra nueva ley que, haciendo abstracción de cuestiones ideológicas, no parece que vaya a mejorar lo comentado, sino que más bien va a empeorar las cosas. Y además hay un aspecto de la ley –las restricciones a la libertad de elección de centro– que, pretendiendo aumentar la igualdad social, va a provocar precisamente el efecto contrario, ya que, como siempre, va a propiciar aún más que las familias con mayores recursos puedan costear el acceso de sus hijos a centros más elitistas (la señora ministra, al parecer, sabe bastante de esto), con lo cual el resultado final en términos de incremento de la desigualdad está garantizado.

Las lagunas de conocimientos y de cultura general que está propiciando en los
ciudadanos más jóvenes nuestro sistema educativo 

Decía al principio la honda preocupación que produce ver esos concursos televisivos, porque naturalmente el problema tiene mucho más alcance que el desconocimiento de nuestra geografía, cultura, etc. El auténtico problema tiene que ver, entre otros, con dos aspectos: el profesional/laboral y el político o social. Me explicaré.

En cuanto a la cuestión profesional, es opinión unánime que el mundo laboral va experimentar profundos cambios en muy pocos años, y que las nuevas generaciones deberán poseer unas competencias muy precisas en términos de conocimientos y de actitudes para un desempeño digno y estable. Todo lo comentado hasta ahora tiene que ver sobre todo –lo saben muy bien los profesores– con los hábitos del esfuerzo y el trabajo, además de las materias básicas, como las matemáticas y el lenguaje, así como el bagaje cultural que requiere moverse por un mundo globalizado. Y todo esto no se fomenta precisamente con la relajación de requisitos para superar los cursos y obtener un título escolar.

Y en cuanto a la cuestión política y social, conviene no olvidar que una democracia es más solvente cuanto mayor es la capacidad de información veraz que poseen los ciudadanos a la hora de elegir a sus representantes. Y me refiero tanto a la información ‘cultural’ de nuestro pasado como a la capacidad de análisis para valorar la realidad en cada momento.

tienen repercusiones muy
preocupantes tanto en el ámbito económico como en el político

Y si hablamos de economía, haga el lector un ejercicio de comparación entre países atendiendo a la relación entre su estabilidad económica y democrática y el nivel cultural de su sociedad. La conclusión es fácil adivinarla.

No iba a hablar de economía, pero al final me ha podido la costumbre. Y aprovecho esta ocasión –dispénseme el lector– para agradecer a HERALDO su paciencia y atención con este modesto colaborador, porque ahora se cumplen 50 años del primer artículo que acogieron sus páginas. Esto no le interesa a nadie, pero a mí me apetece compartirlo. Feliz Navidad.

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