Una Navidad distinta

Mesa de Navidad.
'Una Navidad distinta'
Pixabay

No ha sido este 2020 precisamente uno de los mejores años de nuestra vida. La humanidad se ha visto agredida por una de aquellas plagas malditas que sucedían en otros tiempos y que creíamos ya alejadas de nuestra seguridad y de esa zona de confort en la que pensábamos estar instalados. Un virus maligno e inesperado ha alterado nuestras vidas, nuestras costumbres, nuestras relaciones; ha puesto en riesgo la capacidad y la resistencia de nuestros sistemas sanitarios y se ha llevado por delante a cientos de miles de seres humanos, dejando a otros millones con graves secuelas y a casi todos sumidos en la más grave crisis que de forma colectiva hemos pasado en los últimos tiempos.

Habrá otras Navidades en las que volverán los encuentros y los abrazos de siempre

Sí, ha alterado nuestras vidas y nuestra forma de vivir. Y ha alterado también estas Navidades con las que se cierra el año y en las que nos disponíamos a la alegría, a la añoranza, al calor del encuentro familiar. Van a ser, sin duda, una Navidades distintas, como distinto ha sido este año extraño que termina entre grandes incertidumbres.

Pero es Navidad. Y habrá cosas que cambiar, que olvidar, que suprimir. Fiestas, reuniones, cenas, encuentros, abrazos que este año no serán como fueron, porque el peligro de nuevos contagios y de expansión enloquecida de la pandemia está detrás de comportamientos arriesgados e insolidarios, aunque sean tristes y penosas unas celebraciones navideñas en solitario.

No quiero ser un aguafiestas en estos días, pero de verdad se trata de vivir unas Navidades responsables, sin relajar las normas de prudencia y seguridad, ya que luego puede que hayamos de pagar una costosa factura. No podemos aflojar las exigencias que nos indica la autoridad sanitaria ni levantar por nuestra cuenta las cautelas y prevenciones antivirus invocando que es Navidad, por mal que nos pese. Y aunque nos quieran vender que un cierto relajo es una ‘concesión’ a las festividades navideñas, no hay relajos ni concesiones que valgan. El virus está ahí; acecha y mata.

Pero es Navidad. Y es tiempo también de interiorizar sentimientos y recuerdos, de dedicar a los nuestros y los ‘allegados’ lo mejor de nosotros mismos, de repartir sonrisas, generosidad, afectos… De compartir estos días con los niños despertando en ellos ilusiones y momentos de especial felicidad. De echar una mirada a nuestro propio interior para evaluar el verdadero sentido de la Navidad. De sentir cierta emoción ante un villancico o un belén.

Pero las de este año hay que organizarlas y vivirlas desde la responsabilidad que
todos tenemos a la hora de frenar la enfermedad que está asolando el mundo

Y de pensar que, aunque este año sea de ausencias y sacrificios, es seguro que nos quedan por delante muchas otras Navidades que nos tenemos que ganar desde estas. Se impone, amigos, la sensatez.

Y es también el tiempo de agradecer a los lectores su fidelidad, como yo quiero hacer de modo muy especial en estas líneas, como acostumbro a hacer cada año, al tiempo que les hago llegar mi felicitación por Navidad. Aunque este año sea algo distinta.

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