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  • Camilo José Cela

El hombre de la campana neumática

El pregonero de las Jornadas, Camilo José Cela
Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002)
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En San José, en los Estados Unidos, ha muerto un hombre que vivió toda su vida en una inmensa y dolorida campana neumática moral, en una soledad rigurosa y sin posible parangón, y en un abandono de doliente y fatal personaje de tragedia griega.

Chris Bally, que milagrosamente sabía cómo se llamaba, ingresó a los veintitantos años en un manicomio ignorando todo lo que a un hombre puede servir para vincularlo a un efecto o a un paisaje determinado, al menos.

Chris Bally, al ingresar en el hospital, ignoraba de dónde venía, había olvidado quiénes eran sus padres, no sabía si tenía o no tenía hermanos y no recordaba nada, absolutamente nada, de lo que anteriormente había hecho.

Chris Bally al salir del hospital, camino del cementerio, y a los cincuenta y cinco años de haber entrado, se fue en pos de un mundo más clemente sin haber recibido en todo su largo lapso de internamiento ni una sola visita, ni un solo recado.

Chris Bally fue el hombre que en toda su vida no consiguió levantar un amor ni despertar una amistad, ni provocar una sola y compasiva sonrisa.

Chris Bally, en el país de los récords y de los campeonatos, fue el ‘recordman’ y el super campeón de todos los olvidos y de los abandonos todos.

Y Chris Bally, al morir, habrá sonreído, casi con sosiego, al descubrir el mundo donde la compañía, esa bendición de Dios, le ha de ser más fácil que en su dura tierra de San José.

En el libro del Génesis se dice que no es bueno que el hombre esté solo. Pero Chris Bally no estuvo solo, eternamente solo, por su gusto, sino contra todos sus pobres pronósticos y todas sus flacas voluntades. Chris Bally estuvo solo, a solas, con su soledad químicamente pura, bien a su pesar y porque, por más que buscó, no pudo hallar un hombro amigo en el que reclinar su corazón.

El triste caso de Chris Bally parece más el de un héroe literario que el de un hombre de carne y hueso, de mondo y lirondo hueso y de carne solitaria y célibe.

Chris Bally, que tuvo la desgracia de no ser ni náufrago, no pudo decir, con el personaje de Schiller, que en un naufragio el solitario se defiende con más facilidad. Porque Chris Bally, que no podía escudarse ni en el recuerdo, esa última y fiel acompañante de todos los avatares, estaba condenado sin remisión a la soledad, como un Robinson Crusoe desmemoriado y sin loro ni niño caído del cielo, como un Robinson Crusoe sin biógrafo ni memorialista que lo saque a flote, como un Robinson Crusoe que llegue a creer, en su soledad sin orillas, que sus brazos y sus piernas y esos ojos que no llega a verse son producto del milagro o de la generación espontánea.

Ignoran, los pensadores que han hecho la apología de la soledad, lo que es la soledad entendida hasta el final, lo que es la soledad de Chris Bally, el hombre más solitario de todos los solitarios.

Si Chris Bally no tenía ni amigos ni parientes, ni bienes ni recuerdos, ni, por no tener nada, ni un perrito que le ladre, fue una suerte para él que la inexorable ley de los mundos lo destinase, loco perdido, a la celda de un hospital de locos.

Porque el caso de Chris Bally, si no se está loco, y loco sin posible remisión, es para volverse loco de remate.

Las autoridades americanas –según el despacho de las agencias– están buscando, ahora que Chris Bally ya no existe y quizá por aquello de que ‘a burro muerto, cebada al rabo’, a los parientes de Chris Bally, si los parientes de Chris Bally existen en algún lado.

Según parece, las pesquisas de las autoridades y de la Policía no han dado, por ahora, resultado alguno. A lo mejor los parientes de Chris Bally no existen realmente, que es, quizá, lo mejor que podía pasar.

No sería, verdaderamente, nada alegre, que las autoridades se topasen de repente, con toda una familia que debiera haber estado detrás de Chris Bally, pero que prefirió no hacerlo y conformarse con la amnesia de Chris Bally, el solitario de la mala memoria. Las cosas que no tienen arreglo –el solitario de Chris Bally– suelen ser siempre preferibles a las cosas que tienen mal arreglo: el que ahora fueran a aparecer las compañías de que Chris Bally no pudo disfrutar.

Descanse en paz Chris Bally, el hombre del que, con menos dolor, se hubiera podido escribir un artículo en broma; un artículo diciendo, poco más o menos, que más vale estar solo que mal acompañado.

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