El cine en pantallas caseras

Un fotograma de 'Wonder Woman'.
A la nueva película de 'Wonder Woman' la esperan en Estados Unidos sobre todo desde casa.
Warner Bros.

Las grandes compañías discográficas empezaron a cavarse su propia tumba cuando abandonaron el vinilo para dar paso al cedé, un objeto menos sexi y de sonido más pobre. Se ahorraban costes, sí, pero banalizando el producto que les había dado origen, al tiempo que abrían las puertas a su difusión sin control. Vendrían pronto la piratería y el hundimiento de gran parte de la industria, también el imperio del modo aleatorio en los reproductores musicales, la decadencia del elepé como obra cerrada, y en los últimos años una tímida reinvención, gracias al ‘streaming’ que algún ingreso les ha devuelto, ya muy muy lejos del poderío de antaño, que nunca recuperarán. Es la digitalización y es un proceso imparable en nuestra civilización, sí. Pero que puede manejarse con distinta habilidad.

Otros gigantes de la cultura y el ocio, las productoras de Hollywood, tras haber lidiado con parecidas circunstancias y mayor tino, se acercan ahora aceleradamente a un abismo al que se habían asomado ya y que se ha hecho más presente con la pandemia de la covid-19: el de la crisis del modelo tradicional de exhibición. Warner Bros. estrena hoy ‘Wonder Woman 1984’, uno de los seguros taquillazos de la temporada, y en Estados Unidos lo va a hacer simultáneamente en las salas y en HBO Max; lo mismo ocurrirá con los 17 títulos que tiene previsto lanzar en 2021. Disney ya tomó este camino en septiembre con ‘Mulán’, en su propia plataforma y sin siquiera hacerlo compatible con las proyecciones comerciales tradicionales. Se están asegurando sus cuentas a corto plazo, a costa de las de los exhibidores, pero también devalúan el género con el que trabajan. Porque aunque las pantallas caseras hayan ganado tantísimo en tamaño y calidad, el cine es, todavía, una experiencia compartida, con ritos asociados que ayudan a tomar conciencia del hecho cultural que es sentarse a ver un largometraje. Cuando estos desaparecen, las expectativas y el respeto hacia una película no son los mismos. Ni tampoco el negocio resultante.

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