A punta de farola
Un pintoresco ‘quijote’ armado con una farola enorme circula en coche por el carril izquierdo en la autovía de Cádiz. La imponente lanza luminaria, de más de dos metros de largo, sobresale aparatosamente por la ventanilla del copiloto. No se ha visto en la carretera una imagen tan extravagante y peligrosa desde que aquel joven paseó sentado en un tobogán situado encima de un coche en marcha. También circulaba por una carretera gaditana, qué casualidad. El individuo sentado en el improvisado trono saludaba a diestra y siniestra y lanzaba sonrisas a los incrédulos automovilistas que se cruzaban con él.
Parecen chirigotas escenificadas, pero ambos sucesos son verídicos y ninguno de ellos tuvo lugar en plenas fiestas del Carnaval. En los dos acontecimientos (el primero descrito ocurrió esta semana, el otro en marzo pasado) sus protagonistas acabaron siendo investigados por la Guardia Civil por la infracción de tráfico cometida.
Hay situaciones que parecen apuestas entre cabezones para ver quién la prepara más gorda, aunque esté en riesgo tanto su integridad física como la de quienes se cruzan en su camino. Son los que conducen de forma imprudente bien sea al volante, o bien por su vida, y en plena pandemia se puede jugar con la propia y la de los demás sin necesidad de empuñar ningún arma.
Hay otras quijotadas más sutiles, menos explícitas, no tan evidentes pero que también parecen destinadas a emular las hazañas del ingenioso hidalgo, sin tener en cuenta a quienes dejan en la cuneta los desaprensivos a lomos de un Rocinante desbocado.
