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RECURSOS ZARAGOZA. PARANINFO / 26-10-2017 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
El edificio Paraninfo, sede del rectorado de la Universidad de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Sería mejor que el reelegido rector de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Mayoral, siguiera pensando que no lo tiene nada fácil; la Universidad ganaría en presencia y su nuevo mandato -tan necesitados como estamos de escuchar otras voces distintas a las habituales- crecería en proyección pública. El proceso electoral reunió en primera vuelta a cuatro candidatos y la segunda y definitiva ronda concedió a Mayoral, con el aval del voto ponderado, la victoria sobre la catedrática de Química inorgánica Ana Isabel Elduque. Un triunfo limpio y bien trabajado que no esconde el clima interno de división en los diferentes campus, existente desde antes de la llegada de la pandemia, porque los candidatos ya lo eran cuando aún no sufríamos directamente la covid-19.

Sin inclinarse hacia la ruptura -no hay lugar para el rompe y rasga en la Universidad y Mayoral contaba con apoyos sólidos entre los catedráticos y profesores titulares-, en el resultado de estas elecciones no solo se descubre una crítica sobre el difuso papel adoptado por la institución durante la crisis del coronavirus. Parcialmente dibujada por algunas excepciones -aunque muy significadas-, se ha echado de menos la presencia de la Universidad como institución de referencia. Espacio de inteligencia colectiva, motor intelectual y científico de la Comunidad, apenas se ha logrado escuchar la voz de un colectivo que posee la perspectiva suficiente como para anticipar lo que está por venir.

Discusiones al margen sobre los ritmos docentes adoptados durante el confinamiento, el rector Mayoral se encuentra ante la obligación de cambiar, de aceptar que el gobierno de la Universidad no puede regirse por los ya superados esquemas previos al coronavirus. Un reto que no pasa en exclusiva por acertar con las clases virtuales o con el mantenimiento de la distancia de seguridad, sino que requiere de un modelo de gestión acorde a la nueva mirada que nos reclama la etapa covid. Pese a ello, no habrá integración de ningún tipo con Ana Isabel Elduque, dejando claro quién ha ganado y quién ha perdido estas elecciones.

Van a faltar brazos para superar esta crisis y el ejemplo de la Universidad de Zaragoza ilustra a la perfección la oportunidad de una institución que ha optado por renovar la confianza en un equipo rectoral al que, junto a la elevación del grado de exigencia, se le debe reclamar mayor determinación. La pandemia ha generado en la gestión pública, da igual que sea la de la Universidad o la del Gobierno de España, el alarmante doble efecto de la improvisación y la dependencia. Se actúa a expensas del día a día, de la curva epidemiológica, y la previsión es un ejercicio cambiante producto de la oportunidad. Se es también más dependiente y la dimensión de los límites de la gestión, aparte de estrechada, queda justificada en la precaria situación económica. La gestión es más complicada, pero también se han multiplicado las opciones.

Asegura Mayoral que apuesta por introducir novedades en la Universidad de Zaragoza como la figura del profesor visitante distinguido o el mecenazgo empresarial -modelos que ya existen en otros centros universitarios del planeta-, aunque todo esto, unido también a una mayor inversión en investigación, no cobrará valor si la institución no expresa su deseo de transformar la Comunidad, de implicarse en un proceso de cambio que requiere de muchos más agentes que los estrictamente políticos.

miturbe@heraldo.es

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