Por
  • José S. Urieta

Ciencia e industria electroquímica

Opinión
'Ciencia e industria electroquímica'
Pixabay

La llegada de la electricidad a la Comunidad aragonesa hace unos 125 años no solo cambió las costumbres de sus habitantes mejorando su vida cotidiana, sino que también alimentó significativamente su tejido empresarial, siempre escaso por el peso de la tradición agrícola y la timidez del capital propio en adoptar iniciativas para afrontar los retos de la industrialización. Fueron emprendedores de países próximos los que, percatados de las ventajas de nuestros recursos pirenaicos, abordaron la creación de las primeras importantes empresas electroquímicas en nuestro territorio. La primera supuso el asentamiento de La Sociedad Española del Acumulador Tudor en la capital zaragozana, en la fábrica La Pilar, antigua harinera del Paseo de Sagasta; era 1898 y acababa de empezar la guerra de Cuba. Tras varios cambios de emplazamiento y reorganizaciones, y aun afectada por la crisis covid, Exide-Tudor mantiene actualmente en La Cartuja una importante instalación con varios cientos de empleados.

La Electroquímica es una especialidad con una larga y fructífera implantación en tierras aragonesas

Otras grandes instalaciones electroquímicas con mayor necesidad de energía aparecieron en la región. Primero en el valle de Sabiñánigo, aprovechando su ventajosa situación y las fuentes de energía hidroeléctrica favorecidas por la orografía del Pirineo aragonés. Así, en 1921, comienza la emblemática Energías e Industrias Aragonesas, S. A. (Eiasa). Hoy es parte importante del grupo Ercros, líder en la producción de cloro y sosa y primer productor europeo de cloroisocianuratos para el tratamiento de aguas. En las proximidades de Eiasa se instaló poco después que ella, en 1927, otra empresa electroquímica importante con capital internacional, esta vez para la producción de aluminio. Aluminio Español, S. A. en Sabiñánigo fue la primera de las cinco fábricas españolas de obtención de aluminio primario; asimismo, en 1983, fue la primera de ellas en sufrir la clausura de sus líneas de producción del metal a causa de las reestructuraciones económicas europeas por las crisis energéticas.

También la riqueza hidráulica del Cinca ha sido utilizada para la producción de cloro-sosa y derivados. Así lo hizo en Monzón, en 1926, Etino-Química (luego fusionada con Monsanto y Aiscondel, finalmente integrada en Ercros) y después, en 1975, Química del Cinca, en la misma bien comunicada localidad.

Con presencia en la Universidad de Zaragoza y en el desarrollo de empresas industriales

Con otro tipo de producción, a partir de los años cincuenta florecieron en Zaragoza los talleres de galvanotecnia, principalmente para niquelado, cromado, cincado y anodizado. Fueron inicialmente talleres muy artesanales, hasta que hacia 1965 se impuso la automatización. Pero no fueron los mayores costes de esta, sino severas normativas sobre vertidos de aguas de lavado y, más adelante, el predominio de nuevos tipos de recubrimientos superficiales, lo que determinó la drástica disminución de empresas de este tipo. Afortunadamente, perduraron los pequeños baños electrolíticos para joyería y aparecieron grandes instalaciones de pintura electroforética.

Corriendo pareja a los desarrollos industriales, en los centros aragoneses de formación la ciencia ha estado siempre atenta a todas las innovaciones electroquímicas, fomentando su conocimiento y contribuyendo a sus avances. Ya en 1919 el polifacético ingeniero sariñenense, luego exilado político, Casimiro Lana publicaba en la revista de la Academia de Ciencias de Zaragoza un extenso artículo sobre la industria electroquímica de su tiempo. Pero es entre 1922 y 1930, con la estancia en Zaragoza del reusense profesor Ríus Miró, cuando surge una primera época dorada para la ciencia electroquímica aragonesa. Ríus, que luego ya en Madrid sería pieza muy destacada en la industria y la ciencia de la posguerra, tuvo en Zaragoza, realizando su doctorando en electroquímica a J. M. Albareda, quien, a su vez, fue luego primer secretario e ideólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Después de Ríus, la Electroquímica ha estado presente de forma relevante en las aulas, laboratorios e institutos universitarios y también en otros centros de investigación de la Comunidad como los mixtos ICMA y Liftec, el Instituto de Carboquímica o la Fundación Hidrógeno Aragón.

Hay que seguir cultivando su potencial

Con esos precedentes, estos mimbres actuales y su potencial, no cabe sino señalar en este actual tiempo de cambios lo conveniente de una mayor intensificación de la enseñanza de la Electroquímica en la Universidad y lo necesario de hacer realidad las promesas de apoyo que el Gobierno de Aragón ha ido reiterado a las industrias electroquímicas e electrointensivas del territorio.

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