Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Es el PSOE de centroizquierda?

Opinión
'¿Es el PSOE de centroizquierda?'
POL

Esta semana, Pablo Iglesias ha proclamado que "habrá Gobierno socialcomunista para rato". También ha afirmado que "el bloque de la investidura (con especial mención a Bildu y ERC) será de dirección de Estado". Son mensajes directos para los suyos. Para los demás ha edulcorado el tridente ERC-Bildu-Podemos definiéndolo eufemísticamente como "mayoría progresista". Mientras tanto, Pedro Sánchez insiste ante los militantes del PSOE en que él es heredero de Felipe González y Alfonso Guerra. Los hechos le quitan la razón.

En la ideología de la izquierda europea coexisten dos culturas políticas opuestas e imposibles de mezclar. La Historia evidencia la competencia, a veces violenta, entre comunismo y socialismo. Esta incompatibilidad manifiesta se traduce hoy en los términos ‘populismo’ frente a ‘socialdemocracia’.

Ambas corrientes pugnan por unas mismas bases sociales: la clase media urbana, la obrera y la de los trabajadores precarios. Les diferencia claramente el objetivo. La tradición socialdemócrata trata de cohesionar a estas clases sociales apelando a sus intereses comunes. En cambio, el populismo intenta hacerlo apelando a sus aversiones comunes, tal y como teorizó Laclau. Esto hace que la identidad populista se caracterice por su negatividad, pues necesita fabricar un enemigo del pueblo. Mientras que la identidad socialdemócrata propone como objetivo positivo la creación de oportunidades viables de ascenso social.

Otra diferencia sustancial entre ambas culturas radica en el modelo de sociedad que esperan construir. La socialdemócrata aspira al pluralismo universal inclusivo, de tal modo que todas las personas logren cumplir sus aspiraciones. El populismo, en cambio, no busca desarrollar la pluralidad sino construir la homogeneidad cultural (Gramsci), y de ahí su propensión a las purgas y los procesos excluyentes. Por eso es tan baja la calidad democrática de la cultura populista.

Pedro Sánchez ha preferido apoyarse en un extremo (ERC y Bildu) antes que en
el centro (Cs) para sacar adelante los Presupuestos

La socialdemocracia y el populismo también son diferentes en el método de competir por el poder, una vez que la lucha armada quedó descartada y las elecciones se convirtieron en el único camino (Francis Fukuyama). La primera se basa en la búsqueda de compromisos por consenso, mientras que la táctica populista tiende a exacerbar el conflicto porque genera espectáculos políticos más eficaces para captar la atención de la audiencia.

La disyuntiva socialismo/populismo explica que Podemos desprecie la tibieza del compromiso socialdemócrata y opte por la dialéctica del enemigo antagónico. La búsqueda de la polarización de los morados justifica que recaben el apoyo de partidos que han violentado la ley y al Estado (ERC, Bildu). Para Pablo Iglesias, la competición por el poder se basa en la lucha y el conflicto. Lo que no se explica es que Pedro Sánchez acceda a sostenerse sobre el eje Podemos-ERC-Bildu, cuando la cultura socialista establece que el poder se conquista mediante la negociación y el pacto.

En sus de 141 años de historia, el PSOE ha vivido múltiples ‘actualizaciones’, pero siempre virando hacia el centro para convertirse en un partido de gobierno. Baste con recordar a Felipe González y su audaz maniobra para borrar el culto al marxismo en 1979. Pero ahora, Pedro Sánchez jibariza al partido, como si fuera una obsoleta maquinaria, y lo lleva a la estrategia polarizadora al asumir las tácticas provocadoras de Iglesias.

Al reforzar la España de los dos bloques de la que hablaban los versos de Antonio Machado ("Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón"), se benefician partidos extremistas y minoritarios como Podemos, los nacionalismos radicales y la extrema derecha. A cambio, se perjudica a la mayoritaria tercera España en la que conviven gentes de toda condición, edad y clase, tanto de centro-izquierda como de centro-derecha.

Es una opción legítima,
pero que genera interrogantes incluso entre los socialistas

Si Pedro Sánchez es el secretario general del PSOE debe ser leal a lo que George Orwell denominó la ‘common decency’ (decencia común): el sistema de valores de su base social, algo que las leyes no pueden sistematizar del todo, pero que es básico para una sociedad razonable y justa.

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