La educación pandemiada

Opinión
'La educación pandemiada'
Heraldo

Las escuelas y centros universitarios mantienen una contienda diaria para no perder su esencial contribución a paliar los desastres pandémicos; tarea extremadamente compleja ante la que han debido autoformarse rápidamente, sin conocer qué estrategias eran las más útiles. Tuvieron algunas instrucciones de la OMS y de sus autoridades educativas y sanitarias para reducir los impactos. Pero eso no resolvió todo. En algunos países han llegado recursos extraordinarios a la educación, en otros no, o al menos en la cantidad necesaria. Así, el día a día educativo no es fácil, siempre pendientes todos del episodio crítico, de ese momento de duda, de la permanente responsabilidad.

Los centros educativos utilizan el rigor para moverse cada jornada, con grave preocupación y enormes esfuerzos, adaptando horarios y movimientos, modificando agrupaciones. En general, el alumnado cumple las prevenciones dictadas. El profesorado dedica tiempos extra a su tarea y no sin sobresaltos, porque el temor o el miedo nunca ayudan a transmitir el entusiasmo educativo. Las familias colaboran, a pesar de los pesares, con sus dudas y necesidades. Los equipos directivos dan jornada tras jornada ejemplo de su profesionalidad y amor por la educación. Los gestores de la enseñanza obligatoria y universitaria mantienen su presencia activa.

Profesores, alumnos y familias están haciendo un gran esfuerzo para mantener
abiertos y trabajando los centros escolares en tiempos de pandemia

Cada día se producen incidencias, se cierran aulas y otras reabren y retoman el pulso con la vuelta de ausentes temporales. Ojalá la incidencia de casos covid-19 que sufren España y Europa no obligue a suspender la educación reglada. Sería un tremendo fracaso de la sociedad entera que no supo enmendar su deslucida gestión de la pandemia, tuvo muchos meses para prepararse y también actuó con irresponsabilidad ciudadana en ocasiones, todavía visibles hoy. En este desalentador contexto, la clase política ha expandido mensajes confrontados, según dónde y quién hablaba, contraponiendo economía y salud. Así han despistado a quienes batallan dentro de las escuelas y universidades por mantener una convivencia siempre mejorable y un discurso unánime en el que prime la prevención como método de protección propio y colectivo de la salud. Argumento universal donde los haya.

Ahora viene el invierno, que esta vez es más que nunca sinónimo de atenta vigía. Los clásicos y nuevos temores víricos van a verse acrecentados. La efectiva ventilación que parece que los está conteniendo se hará más difícil; seguro que la calidad del aire será otro reto a resolver. La alternancia de grupos parece una solución parcial, pero habrá sobresaltos.

Los medios de comunicación generalistas hablan poco de la escuela ‘pandemiada’; apenas dan unas cifras descontextualizadas. Sin embargo recogen todos los días dimes y diretes sobre si se cierra y cómo la hostelería, uno de los focos reproductores de casos según muchos científicos por la baja calidad del aire del interior de los establecimientos, o ligada a la lesiva despreocupación de bastantes usuarios. Aparte de esto, algunas personas se manifiestan contra las limitaciones impuestas porque dicen que coartan su libertad individual. ¿Acaso la actitud irresponsable de algunos frente a la pandemia no cercena más el derecho universal a la educación si por la multiplicación de casos o las ocupaciones hospitalarias hay que cerrar escuelas y universidades?

La sociedad
debe reconocerlo y prestar ayuda a la comunidad educativa

Desconocemos cómo será el devenir de la educación reglada en los meses venideros; porque al decir de muchos equipos de investigación científicos y sanitarios el fuerte impacto del coronavirus durará al menos hasta el verano. Pasarán los años. La generación pandémica recordará cómo fue su tránsito por la escuela o la universidad, si se vio muy perjudicada en lo escolar y en lo anímico. Ojalá, como comentaba Albert Camus de su maestro, quede el recuerdo del enorme esfuerzo de profesoras y profesores, de todos los miembros de las comunidades educativas. Para secundarles en su tarea, aparte de los ánimos y de dotarlos de recursos suficientes, que siempre van bien, ayudan mucho las restricciones en las actividades personales o convivenciales que puedan poner en más riesgos a la educación. Porque el perverso virus llega a la institución educativa desde el exterior de las aulas, se expande y trastoca las prevenciones que tanto ha costado construir e interiorizar.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión