Por
  • Francisco Bono Ríos

La nueva pobreza

Pobreza en las calles de Zaragoza.
'La nueva pobreza'
Aránzazu Navarro

Dos de cada cinco españoles no tiene dinero para gastar estas navidades". Así rezaba el pasado día 22 un titular en HERALDO, haciéndose eco del informe del Observatorio Cetelem. Añadía este estudio que un notable porcentaje de personas gastarían poco a corto plazo por preferir ahorrar en previsión del futuro, lo cual no va a beneficiar precisamente al comercio, la hostelería y todos los negocios que estos sectores arrastran tras de su actividad, así como a otras muchas y variadas actividades regentadas por pequeños empresarios.

He querido destacar esta información porque creo que deberíamos durante un tiempo analizar la economía bajo el prisma que llamamos ‘microeconómico’, en detrimento del enfoque ‘macro’ que es el usualmente utilizado. Me explicaré.

Con motivo de la pandemia estamos asistiendo ya a un baile de porcentajes estadísticos desconocidos últimamente, con grandes variaciones en el PIB, en la tasa de paro, en los ERE..., todo lo cual tiene su justificación, pero corremos el riesgo de perder la perspectiva del auténtico drama de este año, que no es otro que lo que subyace detrás del titular mencionado. Es decir la legión de personas que han entrado a formar parte de lo que podríamos denominar como la ‘nueva pobreza’. Porque... ¿puede llamarse realmente pobreza a este hecho?, ¿la mayoría de ellos hubieran pensado llegar a esa situación a comienzos de este año?

Quizás hasta ahora la idea que tenemos de pobreza se ha asimilado a la imposibilidad de alimentarse, pero si nos circunscribimos a los países adelantados a nadie le falta una ración de comida gracias a los mecanismos solidarios públicos o privados. Ciertamente, ahora en España nadie se queda sin comer, pero ¿cómo llamamos a este colectivo de centenares de miles de personas que se han quedado sin ingresos ni ahorros porque ha desaparecido la empresa en la que trabajaban, porque aún no han cobrado los ERTE, porque han debido cerrar sus pequeños negocios, porque han dejado de percibir unos alquileres que eran el indispensable complemento de sus ingresos?

Y lo que es peor, el año 2021 va a ser probablemente peor que el actual para muchas de estas personas, porque la capacidad de resistencia de muchos pequeños empresarios se está agotando, porque los ERTE se van a convertir en desempleo y porque los ahorros que aún quedan se irán agotando. Nadie se quedará sin un plato de comida, pero ¿cómo será su forma de vida? Porque aceptemos que cuando llegue la vacuna, para ellos, en el plano económico, puede ser demasiado tarde.

Se han dado múltiples definiciones de pobreza. Desconozco cómo llamaría el Nobel Amartya Sen a estas situaciones cuando elaboró su conocido Índice de la Pobreza, pero él ya consideró que existían distintos tipos de pobreza, además de la alimentaria, cuando la definió como "la privación de necesidades básicas y no únicamente tener una renta baja" incluyendo en esa idea las carencias en sanidad, formación y otras. De hecho, para este autor "la economía es más que las bolsas o las grandes industrias, es –o debe ser– el análisis de las cosas que las personas más pobres necesitan con desesperación para tener vidas más felices y completas".

Indudablemente, el desconcierto es la norma que mejor define al conjunto de científicos, expertos sociales y gobernantes ante lo sucedido. Muchos abogan por una crisis total del propio sistema en el que nos desenvolvemos, y desde luego cada parte del juego político defiende que su opción es la mejor salida, pero mucho me temo que la polarización política no es el mejor camino. Porque como bien señala el financiero Ray Dalio, en una reciente entrevista en ‘XL Semanal’: "Los capitalistas se dedican a aumentar el tamaño del pastel, pero no a dividirlo bien. Y la izquierda, a dividirlo bien, pero no a hacerlo más grande".

No me pregunten cómo se arregla esto, ya me gustaría saberlo. Pero a muchos se nos ocurre que deben buscarse mecanismos intermedios entre las posturas extremistas. Quizás necesitamos que aparezca otra mente lúcida como Keynes o Adam Smith, que aporte luz a este desconcierto. Entre otras cosas, porque la nueva pobreza puede adquirir tal dimensión que amenazaría con desbordar los ‘diques de contención’ que mantienen la actual estabilidad institucional y social.

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